LA LACTANCIA EN EL ANTIGUO EGIPTO. Por Elvira Martínez Ropero

Sección: En FemeNILO

Miércoles, 29 de marzo. 2023

En artículos anteriores ha quedado patente la importancia de la maternidad para una sociedad como la egipcia, en la que, como en tantas otras, se ha endiosado la figura de la madre, muchas veces representada en Isis (aunque no exclusivamente) convirtiéndola en la representación de la dadora de vida, ya sea a través del aire producido por sus alas o, como veremos, a través de la leche que mana de sus pechos.

Mujer amamantando acompañada y cuidada por otra

La gran importancia de la lactancia queda reflejada ya con solo un dato: esta se prolongaba hasta los tres años de edad. Este dato se corrobora no solo en los textos y ejemplos en el arte, sino también en las pruebas arqueológicas que cuando se topan con cuerpos de niños pequeños hasta dicha edad nunca poseen signos de raquitismo, derivado de que la alimentación a través de la leche materna solventa el problema de la mala alimentación, que sí se puede observar en niños de otras edades.

Además, reforzando la consideración positiva de la lactancia y de la leche materna, esta era utilizada en ritos de purificación y en recetas médicas de todo tipo (cura para resfriados, infecciones, quemaduras…). El recetario egipcio también incluía soluciones para los problemas de la lactancia como la falta de leche, la preocupación por su calidad, que era corroborada a través del olor y, como es habitual, el rito religioso/mágico también aparecía como remedio de esta circunstancia, en la que se usaban ensalmos y rezos para conseguir que la leche materna no se secara y era común el uso de jarrones de cerámica y esculturas que representan mujeres amamantando para atraer que la lactancia se produjera con éxito, ya fuera problema de la madre o por el rechazo del niño. Existía también preocupación por las madres y los problemas que la lactancia podía causarles, pues en los papiros médicos aparecen también remedios para problemas como la mastitis o las estrías.

Cuando la lactancia tenía éxito las madres (o nodrizas) llevaban a los pequeños con una tela sujetos, porteándolos, para poder tener sus manos libres y seguir con sus tareas sin alejarse del pequeño cuyas necesidades se cubrían a demanda, por lo que mantenerle cerca del pecho facilitaba todas las tareas de la madre, incluida la lactancia. Este porteo también les permitía proteger a sus vástagos del abrasador sol y de las molestias de la arena.

Mujer sentada trabajando mientras portea y amamanta a un niño. Tumba de Montuemhat

Cuando la lactancia se tenía que terminar antes de tiempo, fuera cual fuera la razón, esta situación se veía con gran preocupación por parte de la familia del pequeño, quien veía en él el futuro. Aparecían los miedos y preocupaciones por la vida del pequeño, sobre su crianza y supervivencia,  ya que entre las causas de la mortalidad infantil podía estar el fracaso de la lactancia.

El destete se realizaba, si la naturaleza y la situación lo permitían, de manera respetuosa y gradual cuando el pequeño estaba preparado fisiológicamente.

La figura de la nodriza

La lactancia podía ser realizada por la madre, por vecinas y familiares (cuando era necesario) o por nodrizas contratadas para ello por las familias más pudientes. Esta figura de la madre de leche, en un principio era realizada por otras madres conocidas de la familia o miembros de la comunidad que cedían su ayuda a aquellas que no podían amamantar (o ante el fallecimiento de estas). Con el tiempo, esta figura se fue institucionalizando hasta convertirse en una profesión que llegó a verse con gran respeto y consideración en la sociedad. 

El título de nodriza poseía diferentes términos para nombrarlo, era un empleo esencial del que se distinguían grados y situaciones; no llevaba el mismo nombre cuando el título era algo social, algo mágico o algo regio.

Si había un cargo de prestigio para una mujer ese era el de nodriza del príncipe, aquella que se encargaba de velar de sus cuidados, alimentarlo y criarlo con su propia leche. Esta figura se igualó en importancia y prestigio a la del maestro de los pequeños. La nodriza sentía orgullo de estar cerca del hijo del faraón y quien pudiera acabar siendo el siguiente monarca. La representación de la figura del monarca lactante aparece a lo largo de toda la historia del Antiguo Egipto, desde el comienzo de la misma a su declive en época grecorromana. De hecho, estas nodrizas, debido al apego generado y el tiempo que pasaban con los pequeños, se convertían también en su primer contacto y aprendizaje del mundo. De nuevo el simbolismo del lenguaje jeroglífico nos muestra hasta qué punto era importante esta función y todos sus aspectos, pues el jeroglífico que representar la función de amamantar no solo aparece en la propia palabra nodriza sino también en verbos como alimentar, criar e incluso educar.

Diosas como nodrizas y la ceremonia de la entronación

Su figura fue tan importante que aparecen representadas en las tumbas de los monarcas, identificadas en las imágenes familiares, eso sí, suelen ser de menor tamaño para mostrar su lugar dentro de la familia. Ellas también adquirieron renombre y reconocimiento que se muestra en sus propios enterramientos, en los que se muestra con orgullo su función de nodriza.

Hathor amamantando a Hatshepsut

La lactancia del faraón va más allá del alimento humano que necesita para vivir, hay también una relación con la divinidad y es frecuente, y muy significativa, la aparición de diosas como amamantadoras reales. Podemos ver  muchas representaciones de las diosas, en su forma animal (cuando se trata de diosas cuya forma es un mamífero). Así, Hathor, diosa nutricia a la que correspondía la cría del lactante y su protección, aparece frecuentemente en su forma humana y en su forma zoomórfica dando de mamar a los gobernantes en su niñez (aunque fueran ya adultos en el momento de la representación), destaca la imagen de esta diosa amamantando a la reina-faraón Hatshepsut en Deir el-Bahari.

Hay otras diosas que también representan esta función de proveedoras de alimento del faraón, incluso llega a tal punto esta simbología de ser nodrizas o madres del faraón que se pueden encontrar imágenes de diosas zoomórficas cuya forma no es la de mamífero (por ejemplo, serpiente con pechos humanos), dando de mamar al rey.

Isis lactante con Horus

La mayor representante de esta figura es la Isis Lactans, que es quien ha pasado a nuestro imaginario hasta llegar a la representación de la Virgen María del cristianismo, con su hijo Horus sobre su regazo al que le ofrece uno de sus pechos para alimentarse. 

Durante la ceremonia de subida al trono, era frecuente la representación de este acto para legitimar la procedencia del rey como heredero de los dioses y por tanto para legitimar su poder como faraón de las dos tierras, principalmente en épocas de crisis en las que el faraón sentía la necesidad de perpetuar su trono, acentuando la relación dioses-faraón.

La leche materna y el más allá

La figura de la madre y el proceso del nacimiento es básico en la llamada ceremonia de «apertura de la boca», rito que se celebra sobre y ante el cuerpo momificado en su tránsito hacia el más allá; no solo aparecen instrumentos usados en los partos si no que también aparece la idea de la leche como alimento, dado que se considera al difunto como un recién nacido al despertar a su nueva vida, puro y necesitado de alimento. Incluye esta ceremonia ofrendas de leche, referencias a Isis como proveedora de la misma y libaciones realizadas por los sacerdotes con este elemento. Estas libaciones también eran usadas en otros ritos y demuestran el nivel de consideración de la leche y la pureza que se le adjudicaba. Dichas menciones a la leche en todas sus facetas aparecen en muchos de los textos sagrados relacionados con la vida tras la primera muerte como son Los Textos de las pirámides, Textos de los sarcófagos y su culminación en El libro de la salida del Sol (Libro de los Muertos).

Jeroglífico sobre la postura del parto y la acción de amamantar. Templo de Kom Ombo

Solo en una sociedad como la egipcia, que le dé importancia a la continuación de la especie, a la necesidad de savia nueva y que sea plenamente consciente de que ese bienestar proviene de la posibilidad de que los niños pasen la primera infancia sanos, entenderá que un acto tan natural como la lactancia debe ser respetado, cuidado y admirado como uno de los bienes más preciados de la sociedad y no como algo que ocultar o a lo que restar importancia.


Elvira Martínez Ropero. Escritora

Nací y crecí en Trobajo del Camino, León. Estudié Filología Hispánica en la Universidad de León, completando estos estudios con el CAP y un Master de Literatura Comparada. He participado en varios congresos de la Sociedad Española de Humanistas y en algunos recitales de poesía, afición que desembocó en la publicación de mi poemario Luciérnagas en el desierto y que ha impulsado mis ganas de seguir creando versos.  La predilección por las culturas antiguas nunca ha salido de mi formación, desde el estudio de lenguas antiguas: latín, griego, hebreo, egipcio e incluso un poco de sumerio; hasta la obtención del título de Egiptología del Museo Liceo Egipcio de León.  Mi carrera profesional se ha volcado en la enseñanza de Lengua y Literatura en secundaria y bachillerato. También estoy trabajando en el Museo Liceo Egipcio de León en la traducción de textos jeroglíficos con un maravilloso equipo, así como realizo en el mismo una visita teatralizada nocturna que escenifica los ritos de muerte y resurrección del Antiguo Egipto.

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