DIFUMINANDO HOLLYWOOD: HATTIE, NINA MAE Y DOROTHY. Por María Rodríguez Velasco

Sección: Fotogramas velados. La mujer en el cine

Lunes, 29 de abril. 2024

“Habrá un millón de personas aquí, en nuestro país, que se asombrarán, ofenderán y horrorizarán, y tendréis que afrontar esas consecuencias; tal vez, durante el resto de vuestras vidas.”

Este fragmento, extraído de los minutos finales de “Adivina quién viene a cenar esta noche” (Kramer, 1967), lo pronuncia Matt Drayton (Spencer Tracy) ante su hija Joanna y su prometido John. Quien no conozca este clásico se preguntará por qué se muestra tan tajante, pues no tiene nada de malo que dos personas decidan unirse en matrimonio. Sin embargo, en este caso, la peculiaridad reside en el hecho de que este sea interracial en una nación en la que había sido históricamente ilegal. De hecho, hasta seis meses antes de su estreno la Corte Suprema no anuló las leyes contra el mestizaje en E.E.U.U.

Hattie McDaniel.

En este contexto, resultaba muy difícil abrirse paso en una sociedad segregacionista y nadar contracorriente. Así, a Hattie McDaniel (Kansas, 1893 – California, 1952), a pesar de haber sido la primera afroestadounidense en ganar un Premio Oscar como mejor actriz de reparto en “Lo que el viento se llevó” (1940) y contar con dos estrellas en el Paseo de la Fama de Hollywood, se la encasilló en papeles de sirvienta y, probablemente, no pudo desarrollar todo su potencial. Ni siquiera fue invitada al estreno de la gran superproducción, desprecio que no pudo tolerar Clark Gable. Este, incluso, amenazó con no asistir al gran acontecimiento. Además, Hattie tuvo que soportar los ataques de las organizaciones afroamericanas, que consideraban ofensivo su personaje de Mammy.

Sus padres fueron esclavos liberados y ella, la menor de trece hermanos, se inició en el vodevil desde la adolescencia en el mismo seno familiar. Más tarde, debutó como cantante de blues, pero la crisis económica de finales de los años veinte del siglo pasado la dejó en la miseria, de nuevo. Consiguió trabajo como cocinera, empleada doméstica y encargada de los servicios de señoras de un club nocturno, donde llegaron a contratarla durante una larga temporada para que interpretara números musicales. Aunque en la década de los años treinta se vio obligada a fregar suelos en la meca del cine, también encarnó a docenas de criadas en distintos films.

En total, actuó en trescientos largometrajes desde 1932 a 1949, aunque se le dio crédito en menos de la mitad. Podemos destacar “Magnolia” (1936), “El ángel negro” (1938), ”Murieron con las botas puestas” y “La gran mentira” (1941), “Como ella sola” (1942), “El vagabundo” (1943) y “Canción del sur” (1946). También, marcó un antes y un después en el medio radiofónico, siendo la primera afroamericana en tener su propio programa. Desgraciadamente, a los pocos meses, sufrió un infarto y le diagnosticaron cáncer de mama. Expresó su deseo de ser enterrada en el cementerio de las estrellas de Hollywood, pero no la aceptaron por el color de su piel. En 1999, más de cuarenta años después, en ese mismo lugar se erigió un cenotafio en su honor.

Nina Mae McKinney.

Si indagamos, encontraremos a muchas más en una situación parecida. Cabe mencionar a “la Garbo Negra”, tal y como se la apodó en Europa por su indiscutible belleza. Su nombre fue Nina Mae McKinney (Carolina del Sur, 1912 – Nueva York, 1967) y se inició como corista en el musical “Blackbirds of 1928”, uno de los espectáculos más aclamados del Broadway de entonces. Precisamente, King Vidor la descubrió en él y la escogió como intérprete principal de “Aleluya” (1929), que la llevó a firmar un contrato por un lustro con la MGM. Se convirtió en la primera mujer negra que obtuvo un rol protagonista en una película comercial. Sin embargo, a partir de entonces, todo fueron trabas para la joven Nina. En “Bosambo” (1935) tuvo que trasladarse a Reino Unido por las reticencias de la compañía y en “Reckless” (1935) cortaron casi todas sus escenas. Por ello, tomó la decisión de instalarse en Europa, donde trabajó en cabarets y teatros, shows radiofónicos y especiales de televisión. No obstante, la Segunda Guerra Mundial la devolvió a E.E.U.U. y continuó rodando films, pero tuvo que aceptar papeles muy estereotipados, como mucamas y prostitutas. Algunos títulos destacados fueron “The devil’s daughter” (1939), “Aguas turbias” (1944) y “Pinky” (1949) de Elia Kazan. Falleció con cincuenta y cuatro años, a causa de un infarto.

Dorothy Dandridge.

Otra de ellas fue Dorothy Dandridge (Ohio, 1922 – California, 1965), la segunda afroamericana nominada a un Oscar –la primera en la categoría de mejor actriz, por su interpretación en “Carmen Jones” (Preminger, 1954), y también pionera en aparecer en la portada de la revista Life. Su madre la introdujo desde la infancia en el mundo del espectáculo. Junto a su hermana, formó el dúo musical The Wonder Children, que pasó a llamarse The Dandridge Sisters cuando se mudaron a Nueva York y actuaban en el barrio de Harlem. Poco a poco, fue haciéndose hueco en el cine con pequeñas intervenciones en “Un día en las carreras” (1937) y “Tormenta en la ciudad” (1941). Más tarde, adquirió popularidad y rodó, entre otras, “La esencia de la vida” (1953), “Una isla al sol” (1957) y “Porgy y Bess” (1959), además de otras producciones británicas y francesas. Pudo haber sido la protagonista de “Cleopatra” (1963), pues el director Rouben Mamoulian la eligió, pero éste fue reemplazado por Mankiewicz y la apartaron del film. Su éxito en la gran pantalla no duró el tiempo que se preveía, pero su carrera musical sí prosiguió. De hecho, fue la primera mujer afroamericana en cantar en la Sala Empire del Waldorf Astoria en Nueva York. El público la admiraba, pero cada noche era obligada a salir por la puerta de atrás, pues la principal estaba reservada a personas blancas. En otra ocasión, al hospedarse en un hotel de cinco estrellas y meter un pie en la piscina, volvió a sufrir la humillación a la que estaba acostumbrada, ya que ordenaron vaciarla y desinfectarla de inmediato.

Volviendo a otro de los monólogos de la película mencionada al inicio, puede que nunca logremos ponernos en la piel de estas tres actrices, que se entregaron con pasión y determinación a su trabajo, frente a las desigualdades que tantos límites les impusieron:

“Tú no sabes cómo soy, tú no sabes cómo siento, lo que pienso; y, aunque intentara explicártelo durante el resto de tu vida, no lo entenderías.”


María Rodríguez Velasco. Escritora y actriz.

Nace, crece y, actualmente, vive en Aceuchal, un pequeño pueblo de la provincia de Badajoz. Licenciada en Psicología por la Universidad de Salamanca y Máster en Neuropsicología y Educación por la UNIR. Colabora en la revista cultural digital Amanece Metrópolis reseñando obras de teatro, novelas y poesía; también, ha participado escribiendo relatos cortos en la sección de bloggers de la Editorial Acto Primero. Es integrante de la Asociación Acebuche-Teatro desde hace más de una década y ayudante de dirección en su cantera infantil. Ejerce profesionalmente como orientadora en los Equipos de Orientación Educativa y Psicopedagógica de la Junta de Extremadura, en diversos centros.
Apasionada del cine, la música, la lectura y el teatro, que le han aportado sosiego, sentido común y horizontes infinitos donde proyectar sueños y realidades posibles. La interpretación y el escenario le han permitido viajar lejos y profundizar en las entrañas de muchos personajes; en definitiva, explorar la inteligencia emocional.

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