EMPODERAMIENTO. Por Manuel Casal

Sección: Con firma masculina. Vocabulario feminista 11

Sábado, 2 de diciembre. 2023

El valor más importante que el feminismo quiere hacer real en la sociedad es el de la igualdad de derechos y de oportunidades entre los hombres y las mujeres.

Si observamos la calidad de vida y las circunstancias concretas en las que, en general, transcurren la vida de las mujeres, salen a la luz situaciones que muestran su vulnerabilidad, su marginación y su creciente pobreza, características que no se observan con tanta claridad ni en la misma proporción en la vida de los hombres. Estas diferencias pueden sintetizarse diciendo que entre las vidas concretas de los hombres y de las mujeres existe una desigualdad importante y muchas veces preocupante.

Alegoría de la igualdad. Tomada de Wikipedia.

Las causas concretas de esta desigualdad son variadas, pero todas tienen en común un elemento del que dependen y al que no siempre tienen acceso las mujeres: el poder.

Puede definirse el poder como la capacidad de una persona o de un grupo para influir en la organización de la sociedad y, por tanto, en la vida del resto de personas.

En la teoría feminista se habla con insistencia del empoderamiento de las mujeres. La palabra  procede del término inglés empowerment. El origen de la expresión se debe al pedagogo y filósofo brasileño Paulo Freire (1921-1997), quien lo usaba para referirse a la situación de los grupos más vulnerables, significando con él a un proceso en el que las personas vigorizaban su confianza en sí mismas, reforzaban sus propias capacidades y aumentaban su protagonismo como grupo para conseguir que en la sociedad en la que vivían se dieran los cambios necesarios para mejorar su situación.

El pedagogo y filósofo Paulo Freire. Tomada de Wikipedia.

El feminismo hizo propio el término a raíz del documento que el colectivo Dawn-Mudar presentó en la Conferencia para el Examen y la Evaluación de los Logros del Decenio de las Naciones Unidas para la mujer: Igualdad, Desarrollo y Paz, conocida como la Conferencia de Nairobi, celebrada en 1985. En ella el citado colectivo puso énfasis en el empoderamiento como un método para luchar contra las desigualdades, transformar las estructuras sociales y mejorar la vida de las mujeres.

El empoderamiento de las mujeres puede describirse como un proceso permanente mediante el que las mujeres aumentan su confianza en sí mismas y adquieren capacidades personales y colectivas para intervenir activamente en las decisiones económicas, sociales y políticas que les afectan.

Es importante advertir que el empoderamiento de las mujeres no es tanto una meta que haya que conseguir, sino un proceso constante que no tiene fin. Las mujeres tendrán siempre que mantener una actitud de empoderamiento, porque el peligro de la desigualdad es igualmente permanente.

Es también una idea que afecta a las relaciones de poder existentes en la sociedad. El poder no es un objeto que unos tengan y otros no, sino un conjunto de relaciones entre personas e instituciones que se materializan en formas de pensar, en estereotipos que se van creando y en actuaciones que generan situaciones de desigualdad, siempre favorables a quienes tienen más poder.

En el empoderamiento pueden distinguirse tres aspectos.

Uno es el psicológico. Cuando una mujer siente que adquiere más poder que el que tenía antes y que aumentan sus posibilidades de participación en la evolución de la sociedad, obtiene más confianza en sí misma, advierte que puede ser protagonista de su vida y que el estereotipo de mujer débil y dependiente que le transmitieron puede ser cambiado por otro que le aporte más bienestar y más satisfacciones.

Si analizamos en qué consiste el empoderamiento de las mujeres, descubrimos también un segundo aspecto importante: el individual o personal. Cada mujer, cuando está empoderada, tiene más capacidad de actuar en su propia vida, de hacer con ella lo que considere oportuno, sin tener que obedecer a nadie, y sin tener que dejar de hacer lo que ella quiera con su vida. Esta satisfacción psicológica y personal que vive una  mujer empoderada le hace sentirse, por un lado, más optimista, y, por otro, más humana, más como un miembro de una sociedad en la que todos son considerados y tratados como seres humanos.

El tercer aspecto que encontramos en el empoderamiento es el colectivo. Con frecuencia, lo que le ocurre a una mujer es muy parecido a lo que le ocurre a otras muchas. Los problemas no suelen ser solo individuales, sino grupales. Ocurren en ámbitos cercanos, como el familiar o el laboral, pero continúan en otros más amplios, aunque con consecuencias igualmente cercanas. De ahí que el empoderamiento conlleve algún tipo de organización grupal que pueda incidir en la solución de los problemas colectivos.

El empoderamiento de las mujeres afecta a diversos ámbitos de la sociedad. El principal de ellos es el empoderamiento económico. A estas alturas parece clara la existencia de una desigualdad económica entre los hombres y las mujeres. Por eso se hace necesario el empoderamiento económico de las mujeres, para que puedan acceder a los medios que necesitan para poder vivir de manera autónoma y con una calidad de vida no inferior a la de los hombres.

Caminata de empoderamiento en contra del maltrato. Tomada de Wikipedia.

Los datos en este sentido son contundentes. Por ejemplo, el de la brecha de empleo entre hombres y mujeres. La Organización Internacional del Trabajo (OIT) no utiliza para calcularla la tasa de desempleo, sino un nuevo indicador que considera a todas las personas en edad de trabajar que están interesadas en encontrar empleo. Según esto, en marzo de 2023, el 15 % de las mujeres sin empleo estarían interesadas en encontrar uno, frente al 10,5 % de los hombres. Esto muestra una cifra mayor que la de la tasa de desempleo, que es el cociente entre las mujeres paradas y toda la población activa, quieran o no trabajar. Al ser menor el número de mujeres paradas que buscan empleo que el de las que están en edad de trabajar, el cociente es mayor en el primer caso y también es más realista. En España se sigue usando la tasa de desempleo, que arroja datos que muestran un 13,2 % de mujeres desempleadas frente a un 10,1 % de hombres. Se podrían considerar también aquí la calidad del trabajo de hombres y mujeres, el salario de ambos o el tiempo que dedican las mujeres a cuidar a familiares. Se justificaría así la necesidad de un empoderamiento económico.

También es menester un empoderamiento en el ámbito social. ONU Mujeres establece una relación clara entre el empoderamiento económico de las mujeres y la reducción de la violencia de género. Igualmente habría que considerar el papel y la función de las mujeres en la familia, la educación de las niñas, la eliminación de la prostitución, etc.

Presidencia de la Conferencia de Nairobi.

Es evidente que también debe mejorarse el empoderamiento político, ya que la legislación de un país democrático se determina en los parlamentos, en donde la participación de las mujeres debe ser similar a la de los hombres.

La necesidad de un empoderamiento de las mujeres no debe entenderse como la aspiración a tener más poder que los hombres, ni que las mujeres deseen organizar en femenino lo que antes se hacía en masculino. Nunca se debe olvidar que el gran objetivo del feminismo no es otro que el de lograr una igualdad real de derechos entre hombres y mujeres en la sociedad.


Manuel Casal (San Fernando (Cádiz), 1950) es licenciado en filosofía por la U.C.M. y Catedrático de filosofía de Enseñanza Secundaria. Ha publicado varios libros explicativos de los textos propuestos para las pruebas de acceso a la Universidad, así como el titulado En pocas palabras. Aforismos. Ha participado en otros trabajos colectivos de diversa temática, como Mensajes en una botellaÁngel de nieveEspíritu de jazz o El oasis de los miedos. Colabora en revistas y periódicos y mantiene el blog Casa L, en donde se reflexiona sobre asuntos de actualidad.

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