LA MUJER NADIE. Por Ángeles Fernangómez

Sección: ÁgoraFEM

Viernes, 1 de diciembre. 2023

25N – Día por la Eliminación de la Violencia contra la Mujer

Al día siguiente de esta fecha, en una emisora de radio puntera y dentro de un programa de gran audiencia, un humorista colaborador del programa entrevista en la calle a gente a voleo. Son días de black friday y quiere saber si han hecho compras el día anterior. Está en antena y se dirige a un grupo de mujeres amigas entre ellas. Le cuentan que intentaron entrar el día anterior a unos grandes almacenes muy sonados, pero que no pudieron pasar porque venía por la calle una batucada y mucha gente detrás. Se sorprendían diciendo que no supieron de qué se trataba aquello de cerrar la calle ni por qué. Daba la sensación de que no estaban al tanto (aún siendo mujeres ellas) de que muchas otras mujeres (y hombres, porque esto va de todos), se manifiestan en esta fecha por la eliminación de la violencia de género. Estaba claro que no eran conscientes ni se sentían concienciadas de que “si tocan a una, nos tocan a todas”. Parecía que no solo faltaban las asesinadas, sino que tampoco estaban quienes miran a otro lado, por ignorancia, dejadez, o esto a mí no me pasa.

LA MUJER NADIE

Soy la mujer invisible, la que no tiene rostro, la que murió al ser asesinada. La mujer nadie y nada.

No respondo a nombre alguno, no soy una de las 53 del año en curso, tampoco estoy en las estadísticas de las que se fueron de la vida así, porque pertenezco al limbo de la ausencia de registros, pero te hablaré de mí, porque siento que me has interpelado y, condenada como fui al ostracismo, no pienso dejar pasar la oportunidad de contar al mundo esta historia propia que pertenece a muchas, a muchísimas. Soy el número infinito en el que miles de mujeres habitamos la muerte a puñaladas o a golpes y tengo la oportunidad de ser la voz de todas ellas hablando de mí misma.

De niña sentí un no sé qué que jamás supe explicar entonces. Viví algo extraño en casa, pero yo no sabía lo que era, solo sé que lo sentía. Vi a mi madre llorar por las esquinas, pero me escapé a jugar en cuanto pude. Más tarde, me escapé también de casa para vivir mi propia vida y huir de la tristeza y encontrar calor.

No me mires de frente, no tengo rostro, está desdibujado por la muerte y el olvido.

Me sentí feliz al descubrir lo que pensé que era la vida, esa sensación de libertad que dan algunas experiencias, y yo no lo sabía pero ansiaba ser amada como algo imprescindible para respirar y seguir viva. Llegó la etapa de sentir ese calor ardiente inexplicable y envolvente, así llegaron los hombres a mi vida. Por fin, me paré en uno de ellos, en el que más vulnerable y tierno vi. ¡Pobrecillo! Está tan desvalido… que necesita unos brazos y son mis brazos los que lo van a curar -me dije-. Yo seré todo lo que necesite.

No me juzgues, no te atrevas. Tal vez tú tuviste mejor puestos los pilares o naciste con una fuerza para no confundirte que yo no poseo, porque no todo el mundo nace con los mismos dones o, aunque nazca con ellos, no tiene ocasión de desarrollarlos nunca.

Comenzaron las señales, pero yo las obviaba porque no me interesaba reconocerlas, no quería parecer una frustrada ante la gente, no ahora que había encontrado ya el amor. Por eso, mi subconsciente optó por no darles importancia, tonterías -pensaba-, lo importante es que me quiere con locura (demasiada locura, supe luego) y me necesita como a nadie, así me hace sentir alguien. Siguieron las señales, pero yo comenzaba a no tener fuerzas para dejar de obviarlas y salir a respirar. Vinieron los desprecios, los insultos cuando llegaba a casa emitiendo efluvios turbadores y yo no sabía qué pensar, las fuerzas me fallaban y me despreciaba a mí misma por no ser capaz de darle lo que necesitaba para salir de su enajenación. Tenía problemas y yo le ayudaría. Dispuesta a cambiarle, me convertí en la madre que no tuvo, en la enfermera que le curara las heridas y en la psicóloga que interpretara sus locuras y le ayudara a liberarse de ellas. Y juro que lo intenté con todas mis fuerzas, porque yo creía que lo amaba de verdad y que podía salvarle.

No, no me llames tonta, ¡qué sabrás de todo esto! Además, no siempre era así, quiero que lo tengas claro. Hubo temporadas muy felices y yo pensé que ya lo había salvado.

Pero siempre se interponía un canto rodado en el camino que lo trastocaba todo y hacía regresar la tempestad. Al llover sobre mojado, mis fuerzas cada vez lo eran menos y, aunque intentara ser la fuerte, caía de bruces en la tristeza más profunda. Y eso, qué curioso, le encolerizaba más. Yo era atractiva para él cuando me mostraba simpática, me reía a carcajadas (con él, no con los otros), cuando era una mujer alegre y viva…, pero deprimida era para él una piltrafa sin valor y los desprecios aumentaban hasta llegar a convertirse en golpes que me iban anulando. Pero entonces no, entonces ya no era momento de reaccionar, ya no era fácil salir del agujero… Miento, pues una vez lo conseguí, pero me encontró, no había lugar donde esconderme y que él no me encontrara. Muchas veces me lo había dicho anteriormente: “No me dejarás nunca, no te atreverás, porque no tendrás lugar donde esconderte y que yo no te encuentre”. Y fue cierto, me encontró y llegó a mí con la ternura más delicada de este mundo -como aquella que tenía cuando lo conocí-, me llevó flores, rojas como la sangre (después lo haría muchas otras veces), me sedujo de nuevo prometiéndome que nunca más, llorando como un niño por lo mal que se sentía al haber hecho tanto daño a la persona que más amaba. Parecía tan sincero, tan vulnerable, tan indefenso y con falta de una madre que volví a caer en sus redes y esta vez con mucha más fuerza, porque el período de luna de miel duró más de lo acostumbrado. Fue tan hermoso…

Sé lo que estás pensando y no tienes derecho. ¿Sabes lo que es sentir caricias cuando siempre sentiste carencias? Se confunden las señales porque necesitas creer que eso es amor.

Poco a poco volvieron los gritos, las ausencias, los desprecios. Poco a poco, he dicho, e in crescendo. Se produce tan lento y la lentitud del proceso no ayuda, porque no te das cuenta de que te absorbe hasta que ya estás en remolino loco y no tienes donde agarrarte para salir de él. A los desprecios y los gritos, siguieron los golpes. Eso que dicen ahora de las ojeras moradas es verdad, yo lo viví, los derrames de los golpes en la cabeza drenan por ahí. Llegué a estar por completo anulada y sin voluntad.

No, no pedí ayuda, no sabía lo que eso era. No quería la desaprobación de mi familia, los «ya te lo dije» ni el «vaya cruz contigo».

Entonces yo no sabía que eso les pasaba también a otras mujeres, lo que pasaba de puertas adentro, ahí se quedaba, no existía la ayuda, eso era cosa de parejas y no había que meterse. No existía un 016 ni casas de acogida. Eso había tocado en suerte y había que tirar con ello como se pudiera, pero sin voluntad no se puede sino dejarse morir. No sé cómo pasó, si fue con golpes o a cuchilladas, si fue tal vez un tiro en la cabeza o me estranguló. Ya he dicho que soy una pero soy todas las mujeres que pasamos por ahí sin ser vistas ni figurar en estadística alguna, así que se produjo de todas las formas que acabo de decir. Incluso la muerte se ha producido muchas veces por dolor del alma, pero eso no cuenta ni en el mundo en que vivís ahora.

Aquí arriba me encontré con mis hermanas, las ninguneadas, las maltratadas hasta morir, las que sentimos miedo, las que nos daba vergüenza lo que nos ocurría, las que sentimos culpa de que nos trataran así, las que ni siquiera sabíamos qué nos ocurría porque nadie nos dijo que eso no les pasa a todas y hay que huir (tampoco teníamos a dónde huir).

Desde aquí arriba, hemos formado una piña de luz y curado las heridas las unas a las otras y vamos recogiendo a las que cruelmente siguen subiendo y aumentando el círculo, pero ante todo, lanzamos al mundo el polvo de estrella que ya somos, para que las mujeres salgan del atolladero en que el machismo las sumerge, ¿es que acaso no habéis visto por las calles un “Basta Ya” de 5 puntas? Pues es nuestro. Es muy difícil salir, muy complicado, lo sabemos, pero no lo es tanto como cuando nosotras éramos las Nunca y nos sentíamos las Nadie.


Ángeles Fernangómez fotografiada por Pilar Escamilla

Ángeles Fernangómez es una poeta y narradora leonesa residente en Madrid.

Cursos de Periodismo, Poesía y Literatura creativa. Creadora y Coordinadora del Grupo de Encuentros poético-artísticos Poética en GredosCofundadora de la Asociación Versos Pintados del Café Gijón (pintores y poetas). Organización y Coordinación de Ciclos como La Literatura Temática.

Coautora de Guiones e interpretaciones de Performances literarias: Profanando la letra, diálogos a cuerpo abierto o la de, Sylvia y Anne, oscuras novias conspiradoras.

Publicaciones en revistas: Alkaid, R.Universidad Quintana Roo (México). Visítame Magazine (N.Y.) entre otras. Un buen número de colaboraciones en antologías (poesía y relato), tales como: 50 poetas contemporáneos de Castilla y León, Encuentros en Sambara, El Quijote en el Gijón, En una Ciudad Lineal, Versos Pintados, La mujer en la poesía hispano-marroquí, Filando cuentos de mujer, Amor se escribe sin sangre…

Publicaciones en solitario (Poesía): Chupitos Poéticos (Poesía breve 2011-Edit.: Los Libros de Umsaloua) y Poemarios Papel Albal (2016) y Ven a mi burdel (2021), Huerga y Fierro Editores.

Finalista premios:  “I Certamen Jirones de Azul”, “Premio María del Villar” o Certamen “Les Filanderes”

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