Androcentrismo. Por Manuel Casal

Sección: Con firma masculina. Vocabulario feminista 3

Sábado, 1 de abril. 2023

El término androcentrismo procede del griego, de la raíz andro-, que significa varón, y del término kentron, que alude al punzón en el que ataban una cuerda para, girando a su alrededor, poder dibujar una circunferencia.

El término fue usado por vez primera en 1911 por una de las principales teóricas estadounidenses del feminismo, Charlotte Perkins Gilman (1860-1935), en su libro The Man-Made World; or Our Androcentric Culture.

Representación de La marcha del progreso que pone en entredicho el androcentrismo. Fuente: Wikipedia.
Charlotte Perkins Gilman. Fuente: Wikipedia.

El androcentrismo hace referencia a la visión ideológica del mundo que pone en el centro al varón, a lo masculino y, especialmente, a la visión masculina de la vida, hasta el punto de considerarla como la verdaderamente humana, la única válida con carácter universal universal. Frente a ella, la visión femenina es solo la de las mujeres, algo particular de ellas y que solo les vale a ellas. Esta visión androcéntrica puede ser consciente o no, es decir, que puede practicarse sin saber que se está colaborando a crear un mundo en el que los varones están en el centro. Esto suele ocurrir cuando no se critican suficientemente las visiones tradicionales heredadas.

Este puesto central en el que la visión androcéntrica coloca a los varones les sirve para que justifiquen su pretendida desigualdad (y superioridad) respecto de las mujeres, su deseado poder sobre ellas y las situaciones de privilegio que los hombres que participan de esta visión ideológica gozan en los diferentes ámbitos, tanto públicos como privados.

Un claro ejemplo de androcentrismo lo tenemos en la historia del arte. Desde los tiempos de los egipcios se han establecido cánones estéticos, esto es, representaciones del ser humano que se consideraba que tenía las proporciones perfectas. Estos modelos eran todos masculinos, y sus proporciones eran dictadas por los varones.

Los más conocidos inicialmente fueron los cánones griegos. El de Polícleto el Viejo (s. V a.C.) se concretaba en su Doríforo, del que mostramos una copia romana existente en Nápoles. Según este canon, el ser humano debería tener una estatura de siete veces la altura de la cabeza.

Más tarde, Praxíteles (s. IV a.C.) alargó el tamaño anterior poniendo la estatura como equivalente a ocho cabezas, e introdujo la llamada curva praxiteliana, para que las estatuas mostraran algo de movimiento.

En el s. I a.C., Marco Vitruvio introdujo un nuevo canon que resurgiría posteriormente en el Renacimiento, sobre todo de la mano de Leonardo da Vinci. Este, en 1490, hizo una interpretación visible del mismo, inscribiendo la figura de un hombre –El hombre de Vitruvio– a la vez en un cuadrado y en una circunferencia.

El Hombre de Vitruvio, de Leonardo da Vinci. Fuente: Wikipedia.

En la época contemporánea, Le Corbusier (1887-1965), con el fin de establecer una relación entre las medidas del cuerpo humano y las de la arquitectura, creó un nuevo canon, igualmente masculino, al que denominó Modulor. En él hizo intervenir la proporción áurea.

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Moneda suiza con una reproducción del Modulor, de Le Corbusier. Fuente: Wikipedia.

El canon de belleza se ha expresado actualmente, sobre todo, aunque no exclusivamente, a través de figuras femeninas, pero atribuyéndole cualidades dictadas por varones. Esto ha llevado a considerar por muchos a la mujer como la genuina portadora de la belleza que le gusta a los hombres y que ellas tienden interiorizada.

El androcentrismo es, como el machismo, algo estructural, esto es, que afecta a la disposición de los elementos básicos que, interrelacionados entre sí, integran la sociedad. En la sociedad machista el androcentrismo se manifiesta en todos los ámbitos: el económico, el político, el educativo, el sanitario, el estético, el de la propaganda, etc.

Una de las consecuencias del androcentrismo es que, a fuerza de darle prioridad y poder al varón y a lo masculino, la mujer queda infravalorada, invisibilizada y recluida en los ámbitos privados. Esto se advierte con claridad en el lenguaje con el que los varones androcentristas hablan de la realidad, con el que no se refieren a las mujeres ni en el caso de que sea significativo y relevante hacerlo. Pero también lo notamos en ámbitos científicos o intelectuales. Durante mucho tiempo los investigadores han considerado solo los aspectos masculinos, despreciando los propios de las mujeres. Recuérdese el clásico ejemplo de los síntomas del infarto de miocardio, que son tan diferentes en los varones y en las mujeres, y que muchas mujeres (y varones) desconocen, como si los de los varones fueran universales. O la ausencia de mujeres en los libros de texto de historia de la filosofía, o en manuales de sociología o de antropología.

Hércules, símbolo de la masculinidad. Fuente: Wikipedia

El androcentrismo, como visión ideológica de la realidad, es uno de los elementos fundamentales sobre los que se apoya el patriarcado, el sistema de organización social en el que los hombres dominan y oprimen a las mujeres. El universalismo que la visión androcéntrica atribuye a lo masculino hace que las mujeres queden en un plano de inferioridad respecto de los varones. La identificación que hacen de lo masculino con lo que creen que es lo verdaderamente humano condena a las mujeres a una especie de infrahumanidad o de humanidad incompleta. De aquí que sea sumamente importante el conocimiento del feminismo, porque es la manera de poder desmontar el androcentrismo y de concebir una verdadera igualdad de hecho entre hombres y mujeres.



Manuel Casal (San Fernando (Cádiz), 1950) es licenciado en filosofía por la U.C.M. y Catedrático de filosofía de Enseñanza Secundaria. Ha publicado varios libros explicativos de los textos propuestos para las pruebas de acceso a la Universidad, así como el titulado En pocas palabras. Aforismos. Ha participado en otros trabajos colectivos de diversa temática, como Mensajes en una botellaÁngel de nieveEspíritu de jazz o El oasis de los miedos. Colabora en revistas y periódicos y mantiene el blog Casa L, en donde se reflexiona sobre asuntos de actualidad.

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