Escuela de seducción. Por Elisa Vázquez

Sección: Mujeres y Educación

Miércoles, 21 de diciembre. 2022

Sabemos que el patriarcado ha utilizado la maternidad como herramienta para el sometimiento de las mujeres y ha ido creando para este fin el mito de la Madre, mito que ha llegado a ser paradójico al proponer a la Madre-Virgen. Porque para abundar en la represión de las mujeres, el patriarcado nos quiere a todas puras, buenas, incluso santas. Pero las mujeres “santas”, les resultan a los hombres que las tienen a su servicio muy aburridas. La pureza y la santidad están muy bien para la propia madre o para la esposa y madre de sus hijos, pero lo que de verdad les resulta atractivo a los hombres del patriarcado es la mujer pecadora que quiera, por supuesto, pecar con ellos. Nace así el otro gran mito femenino: la Femme Fatale. La mujer fatal, la mala mujer, que arrastra a los hombres —¡pobrecitos!— a la perdición. Para ello, usa arteramente el sexo y sus armas seductoras para destruir la voluntad de los incautos varones que caigan en sus redes, pero ¿puede haber algo más tentador que el beso de la mujer araña?

Así, aparecen dos tipologías clarísimas y antagónicas para clasificar a las mujeres: la santa que se ocupa del cuidado y el bienestar del hogar, recluida en el mismo y preservada de todo vicio y perversión, y la mala mujer que acompaña en sus andanzas —preferiblemente nocturnas— al caballero en cuestión que, irremediablemente, abducido por el veneno mortal del beso pecador cae una y otra vez en las redes de toda “lagarta” que se le acerque. ¡Y qué bien se lo pasa el pobrecito! Tanto, que una vez probadas las mieles del pecado, no quiere renunciar a ellas y, por si no hubiera suficientes mujeres seductoras, ha llegado a buscar fórmulas para educar a las jóvenes en el arte de la seducción.

Desde siempre se les ha enseñado a las mujeres a complacer a los hombres en todo lo imaginable: las santas, educadas para llevar el hogar de manera eficiente y perfecta, haciendo de la cocina un santuario de artes culinarias —ya se sabe que, al menos, a los hombres se les conquista por el estómago y eso se puede hacer sin perder la santidad, porque como dijo Santa Teresa “Entre los pucheros anda Dios”— y doblegándose a la voluntad del esposo. Las malas mujeres, o las que no quieren ser tan santas, utilizando su cuerpo y sus armas de mujer, sus habilidades, para complacerles siempre, para hacerles la vida agradable y divertida, o para llegar a “pescarles” y casarse con ellos.

Detalle de geisha, pintada por Elisa Vázquez

En este último sentido han sido educadas las mujeres de diversas maneras a lo largo del tiempo: las esclavas aprendían a bailar, cantar y tocar para sus amos, así como a resaltar los mejores rasgos de su cuerpo y su rostro con todo tipo de maquillajes y prácticas estéticas que se enseñaban a las niñas desde pequeñas. Un ejemplo, que continúa vigente en nuestros días, puede ser el de las geishas, profesionales japonesas del entretenimiento de las que todos hemos oído hablar y que son educadas de manera estricta en todas las artes necesarias para complacer a los hombres —incluyan o no intercambios sexuales— en un proceso largo y muy reglamentado que comienza en la niñez.

Este es solo un mínimo ejemplo, ya que en toda época y lugar se han creado “escuelas de seducción” para aprender a complacer a los hombres. Las mujeres aprenden a utilizar “sus encantos” para agradar y sacar provecho de ellos, no a usar su sexualidad para el propio placer y autorrealización. Porque el hombre del patriarcado lo que más teme es la liberación femenina y este temor histórico —origen de la creación de artefactos como el “cinturón de castidad” y prácticas tan aterradoras como la ablación del clítoris— le lleva a normalizar y promover la enseñanza de todas estas “artes seductoras y amatorias” que no son más que otra forma de sometimiento. Incluso más torticera, porque estas “malas mujeres” no merecen el mismo reconocimiento ni consideración que las santas, se puede prescindir de ellas con mayor facilidad —son las “otras” como dice la copla, las que a nada tienen derecho—, son de usar y tirar.

Lolita, una historia de seducción totalmente tergiversada por el tiempo y la sociedad patriarcal, según declaraciones del propio autor.

Las pecadoras siempre merecen un castigo y las malas mujeres lo han recibido con creces, pagando por sus “pecados” y por los del compañero, que siempre resulta una víctima inocente. No hay más que pensar en la Lolita de Nabokov: que la pecadora es una niña, sí, pero es una criatura perversa; que el que se “enamora” de ella es un adulto en plena madurez, sí, pero no puede evitar caer en las redes seductoras de la niña. Que lo que ocurre en la novela se llama pederastia con todas las letras, puede ser, pero incluso después del #MeToo siguen apareciendo referencias a la novela que la califican como “historia de amor” a pesar de que su autor en 1975, durante la entrevista con Bernard Pivot en el programa «Apostrophes», dice claramente: “Lolita no es una niña perversa. Es una pobre niña que corrompen (…) Y es muy interesante plantearse, como hacen ustedes los periodistas, el problema de la tonta degradación que el personaje de la nínfula que yo inventé en 1955 ha sufrido entre el gran público. No solo la perversidad de la pobre criatura fue grotescamente exagerada sino el aspecto físico, la edad, todo fue modificado por ilustraciones en publicaciones extranjeras (…). Representan a una joven de contornos opulentos, como se decía antes, con melena rubia, imaginada por idiotas que jamás leyeron el libro”. 1

Desde Eva, la mujer es, para el patriarcado, siempre la culpable y, por tanto, debe esforzarse más que el hombre en demostrar su bondad. La mujer buena es la que no tiene opinión y se somete a la autoridad masculina, la mala mujer es más libre y peligrosa —recordad aquello de que las mujeres buenas van al cielo y las malas a todas partes—, por eso es muy importante que la Femme Fatale sepa también servir adecuadamente al hombre en aquello que a él más le interesa. Y no estoy hablando de prácticas arcaicas y ya superadas, sino de situaciones que se dan en la actualidad por todo el mundo hasta el punto de que existen auténticas escuelas de seducción que se anuncian por la moderna Internet y que ofrecen enseñar a sus pupilas a conseguir a su hombre. Podemos ver, como ejemplo, un anuncio que se presenta como: “Clases de seducción – Caracas” y que dice así:

Qué se aprende en un taller de seducción Femenina: Un taller muy completo para aprender a bailar, seducir, trucos, juegos y todo lo relacionado con las tácticas que toda mujer debería saber tenga o no pareja. Puedes tomar este taller para iniciar y descubrir el papel que tiene tu autoestima, seguridad y belleza interior en el proceso de la seducción. Un conversatorio para aprender que la belleza nada tiene que ver con ser una mujer seductora, un espacio para conocer los trucos más sobresalientes a la hora de seducir y conquistar ya sea a tu pareja estable o como ser una conquistadora sin verte como mujer fácil o desesperada.2

Nótese que en la frase final se señala claramente la importancia de no parecer una “mujer fácil o desesperada”, porque se trata de seducir pero sin perder el decoro ni las apariencias, sin dar pie al desprecio y al insulto, que de eso sabemos las mujeres mucho, porque si hay algo que debiera estar siempre presente en la educación de las mujeres es el conocimiento de todas las palabras con las que nos han calificado a lo largo de la historia, tanto a las buenas como a las malas: estrechas, bobaliconas, simples, brujas, harpías, nínfulas, gorgonas, putas, cortesanas, histéricas…

Y porque nunca hemos sido ni santas ni demonios, debemos seguir reivindicando el derecho a ser solo mujeres.


1 Ver en el reportaje de Tereixa Constenla, “Manual de instrucciones para leer Lolita”, del 11 de marzo de 2018, para El País: https://elpais.com/cultura/2018/03/10/actualidad/1520696379_102115.html

2 https://caracas.ciudadanuncios.co.ve/item/61088/


Elisa Vázquez.

Nacida en Ponferrada, donde actualmente reside, es diplomada en Educación Infantil y doctora en Filosofía por la Universidad de Murcia. Escribe, principalmente, Literatura Infantil y Juvenil. Tiene publicados los siguientes libros: Doña Chancleta y el cohete-lavadora (agotado); La Pócima Mágica y Regreso a Montecorona (los dos primeros títulos de la colección Lucy y Pepón en NubeOcho Ediciones); Amapola y la Luna y El sueño del ángel (Ediciones en Huida); El Reino de Úlver, con la colaboración del Consejo Comarcal del Bierzo y Marta y Brando. Magia traviesa (Uno Editorial).

Socia fundadora del Club Literario Petronio, que intenta fomentar la lectura y activar la vida cultural en su localidad, participa con sus cuentos y artículos en blogs y espacios literarios televisivos. Sus textos —principalmente relatos, artículos y poemas— aparecen en varias antologías de escritoras leonesas, como en el libro homenaje a Concha Espina publicado en 2018 y en un segundo publicado en 2020 sobre la misma autora. A Josefina Aldecoa en 2019; a Alfonsa de la Torre en marzo de 2020 y este año en el libro dedicado a la poeta berciana Manuela López. Así mismo, en el libro de autores bercianos que se editó con motivo de la entrega del Premio de la Crítica Literaria 2018, que tuvo lugar en Villafranca del Bierzo a primeros del mes de abril del año 2019. En 2021 ha publicado Vivir del viento, su primera novela para adultos, con la editorial Letra r y ha participado con uno de sus relatos en la antología Misterio en El Bierzo, de la editorial Más Madera.

2 comentarios en “Escuela de seducción. Por Elisa Vázquez

Deja un comentario