Feminismos 2/ Feminismos de la igualdad y de la diferencia.

Por Manuel Casal

Sección: Con firma masculina

Sábado, 19 de marzo. 2022

Vimos en la entrega anterior las características del feminismo radical. A partir de él aparecen en los años setenta del siglo XX dos grandes maneras de entender el feminismo: el feminismo de la igualdad y el feminismo de la diferencia.

El feminismo de la igualdad toma este concepto de igualdad como la base desde la que criticar todos aquellos elementos o situaciones que separan a los ciudadanos en diversas categorías, clases o géneros, separaciones que dan lugar en la sociedad a relaciones de dominación, de opresión o de superioridad de unos sobre otros. Así, entre los ciudadanos hay una separación biológica en sexos: hay hombres y hay mujeres. Basándose en esta separación, en la sociedad se crean dos géneros, dos modos según los cuales los ciudadanos deben desempeñar sus funciones: el masculino, que se asocia a los hombres, y el femenino, que se relaciona con las mujeres. El modo masculino, es activo, participativo en el ámbito público y se ocupa de las funciones sociales más importantes. El modo femenino es pasivo, su ámbito de participación es fundamentalmente el de la familia y es considerado de menor importancia que el masculino. Pero así como la división sexual es algo biológico, natural, la separación por géneros es artificial, una creación interesada de la sociedad, que busca mantener con ella los privilegios que tienen los hombres y la opresión que sufren las mujeres. La sociedad que genera esta maniobra segregadora es la sociedad patriarcal.

Esta idea de igualdad con la que se intenta luchar contra las segregaciones que encontramos en la sociedad no implica que tenga que haber una uniformidad social, en el sentido de que todos los ciudadanos deban ser tratados exactamente de la misma manera, sino que lo que trata de eliminar son tanto los privilegios y las discriminaciones que resultan de estas divisiones sociales como, especialmente, la idea que conlleva el neoliberalismo imperante de que las desigualdades son algo propio de la naturaleza humana, de que el hombre es superior a la mujer por naturaleza.

El punto de partida de este feminismo es la igualdad de derechos entre hombres y mujeres, y el objetivo es conseguir una igualdad real y visible en la sociedad. Esta igualdad debe traducirse en una organización de la sociedad y de sus leyes que no esté basada en la división de sexos, sino en la igualdad. Esto implica, por tanto, la igualdad de los géneros, esto es, la eliminación de la diferencia entre lo masculino y lo femenino.

El feminismo de la igualdad aspira a traducirse en todos los aspectos de la vida individual y social de los ciudadanos y también, claro, de las ciudadanas. Por ejemplo, exige paridad en todos los ámbitos, reivindica el derecho al placer sexual de las mujeres, no desea que se asocie a la reproducción la crianza de los hijos, sino que esta sea cosa de hombres y mujeres, de la misma manera que debe serlo el cuidado de la familia, etc.

Dentro del feminismo de la igualdad se integran diversas corrientes feministas que ideológicamente congenian con él: socialistas, marxistas, anarquistas o materialistas.

Representantes históricas del feminismo de la igualdad son, por ejemplo, Mary Wollstoncraft (1759-1797), Olympe de Gouges (1748-1793) o Flora Tristán (1803-1844), de las que ya hemos hablado en estas páginas. Entre las contemporáneas podemos destacar a Shulamith Firestone (1945-2012), Kate Millet (1934-2017), Elisabeth Badinter (n. 1944) y Marcela Lagarde (n. 1948). En España son figuras importantes Celia Amorós (n. 1944), Amelia Varcárcel (n. 1950), Lidia Falcón (n. 1935), Empar Pineda (n. 1944) y Alicia Puleo (n. 1952).

El feminismo de la diferencia, que aparece en el último cuarto del siglo XX a partir del feminismo radical, intenta evitar cualquier referencia a los varones en su concepción del feminismo. El feminismo de la igualdad intentaba que las mujeres tuvieran los mismos derechos que los hombres, pero esto, a juicio de este nuevo feminismo, suponía aceptar el modelo de los hombres y considerarlo como una meta a imitar. El feminismo de la diferencia, sin renunciar a la igualdad de derechos de todos, plantea lograr la propia identidad de las mujeres como personas libres, cuyas vidas no tienen que parecerse ni hacer referencia a las de los hombres. Ser mujer es hermoso sería su lema. Para lograr su objetivo, daban mucha importancia a las artes, porque eran muy adecuadas para crear otro orden simbólico distinto del existente, dominado por un lenguaje y por una forma de pensar masculinos.

Hélene Cixous

El feminismo de la diferencia adquirió auge, sobre todo, en Francia y en Italia. La primera representante francesa fue la filósofa y psicoanalista Luce Irigaray (n. 1930), con su obra Espéculo de la otra mujer. Junto con Annie Leclerc (1940-2006) y Hélene Cixous (n. 1937) fundaron las bases del feminismo francés de la diferencia, y, a la vez, criticaron al de la igualdad, porque consideraban que no lograba acabar con la dominación masculina.

Carla Lonzi

El feminismo italiano de la diferencia surge cuando en 1970 se publica el manifiesto Rivolta femminile, junto con la obra de Carla Lonzi (1931-1982), Escupamos sobre Hegel. Este movimiento nunca fue muy amante de la idea de que cambiando las leyes cambiarían las vidas de las mujeres. Por ejemplo, defendían la despenalización del aborto frente a su legalización, que era lo que pretendía y terminó consiguiendo el resto del feminismo italiano. En esta época surgieron espacios en los que las mujeres expresaban su pensamiento, como, por ejemplo, la Librería de mujeres, fundada en Milán en 1975.      

El concepto que muestra una de las ideas más propias del feminismo italiano de la diferencia es el de affidamento. Con él daban a entender una forma práctica de restaurar la autoridad femenina, que el patriarcado había roto, mediante la creación de lazos sólidos de confianza entre las mujeres. Esto generaba una fuerte sororidad, que favorece el empoderamiento común. Aunque ya lo citaba Unamuno en Tía Tula, el término sororidad fue usado por vez primera por Marcela Lagarde con el significado de una forma cómplice de actuar entre las mujeres. Como se ve, el campo de actuación de este feminismo no era el de lograr la igualdad jurídica, sino el de cambiar la realidad vital y cotidiana.

En España la máxima representante del feminismo de la diferencia es Victoria Sendón de León (n. 1942). En su artículo ¿Qué es el feminismo de la diferencia? (Una visión muy personal) -que puede consultarse en la página de internet de Mujeres en red– hizo un análisis del término igualdad, defendiendo que lo contrario de igualdad es desigualdad, no diferencia. La diferencia no implica desigualdad, y, sin embargo, el patriarcado ha usado la diferencia para justificar las desigualdades.

Tras estas dos maneras de entender el feminismo surgieron otras que veremos en una próxima ocasión.


Manuel Casal (San Fernando (Cádiz), 1950) es licenciado en filosofía por la U.C.M. y Catedrático de filosofía de Enseñanza Secundaria. Ha publicado varios libros explicativos de los textos propuestos para las pruebas de acceso a la Universidad, así como el titulado En pocas palabras. Aforismos. Ha participado en otros trabajos colectivos de diversa temática, como Mensajes en una botellaÁngel de nieveEspíritu de jazz o El oasis de los miedos. Colabora en revistas y periódicos y mantiene el blog Casa L, en donde se reflexiona sobre asuntos de actualidad.

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