La educación de las mujeres en la Ilustración (I)

Por Elisa Vázquez

Sección: Mujeres y Educación

Viernes, 7 de enero. 2022

Durante la Ilustración son frecuentes (entre las clases altas) lo salones de casas privadas en los que se reúne un buen número de mujeres para participar del conocimiento ligado a diversas áreas del mismo.
Obra: Abraham Bosse. Salon des dames

La Ilustración que, según la famosa definición de Kant1, es la época de la superación por el hombre de su “minoría de edad”, ya que aboga por la razón como la forma de establecer un sistema autoritario ético, estético y de conocimientos, en contraposición al absolutismo y el Antiguo Régimen, dominó Europa y en especial Francia e Inglaterra desde el Racionalismo y el Empirismo del siglo XVII hasta la Revolución Industrial del siglo XVIII, la Revolución Francesa y el Liberalismo2.

Los líderes intelectuales de este movimiento se consideraban a sí mismos como la élite de la sociedad, su principal propósito era liderar al mundo hacia el progreso, sacándolo del largo periodo de tradiciones, superstición, irracionalidad y tiranía. Y esos líderes eran hombres. Hombres rodeados de mujeres sobre las que tenían pleno dominio y sobre las que opinaban y teorizaban libremente. Por eso es necesario conocer las circunstancias políticas y sociales que rodeaban a tantas brillantes mujeres que formaron parte del sustrato de la ideología ilustrada y de su progreso, llegando a iniciar, incluso, un incipiente movimiento feminista en un periodo histórico que empezó a visualizar el derecho humano a vivir en un Estado-nación que dejara atrás la ley del más fuerte y articulara, en cambio, las relaciones gubernamentales con base en el derecho universal, garantía del ejercicio ciudadano.

… siguieron considerando el ámbito privado como el espacio ideal para que las mujeres continuaran desempeñando su rol biológico (dar a luz) y su papel social (criar a la descendencia en el hogar).

Pero la época de las luces tiene también sus sombras y la mayoría de los autores de la Ilustración no alcanzaron a ver a las mujeres como sujetos de derecho, de manera que sus ideas críticas sobre la opresión de la mayoría por unos cuantos y su necesaria reivindicación a través del establecimiento de un nuevo contrato social bajo la primacía de la razón y el derecho, no incluían en modo alguno al género femenino y siguieron considerando el ámbito privado como el espacio ideal para que las mujeres continuaran desempeñando su rol biológico (dar a luz) y su papel social (criar a la descendencia en el hogar).

Ante los principios teóricos de igualdad de la Ilustración, resulta paradójico privar a las mujeres de la educación, siendo esta la base de la idea de progreso. En otras palabras, es inevitable preguntarse ¿cómo se logrará el desarrollo de una sociedad moderna y útil si se excluye a la mitad de la población? Eso se plantearon algunos autores ilustrados como Benito Feijoo y el mismo Jovellanos que abogaron por la igualdad entre hombres y mujeres de manera más o menos explícita. Cobra así especial importancia la educación de las mujeres, uno de los temas más controvertidos de la época.

Autores ilustrados como Benito Feijoo y el mismo Jovellanos abogaron por la igualdad entre hombres y mujeres de manera más o menos explícita

Ampliamente aceptado el modelo educativo de Rousseau, se establece claramente el tipo de educación que deben recibir las niñas. Rousseau declara importantes diferencias entre hombres y mujeres en cuanto al intelecto y, lo más importante, en cuanto al papel que desempeñará cada sexo en la sociedad. Así justifica la necesidad de dos tipos de educación: una hacia la autonomía y la utilidad social, la otra hacia la sumisión y la dependencia. La educación femenina debe poner su objetivo en agradar al hombre, como mujer y como esposa, en palabras del propio Rousseau:

La educación de las mujeres deberá estar siempre en función de los hombres: agradarnos, sernos útiles, hacer que las amemos y estimemos, educarnos cuando somos pequeños, cuidarnos cuando nacemos y crecemos… Estas han sido las tareas de la mujer y eso es lo que se las debe enseñar en su infancia.”3

Sin embargo, otros autores ilustrados contemporáneos de Rousseau rebatieron y criticaron este modelo educativo, apuntando que los males causados a las mujeres y su propia convicción acerca de su inferioridad han sido ocasionados por los propios hombres, creando obstáculos y humillaciones para mantenerlas en ese letargo intelectual. A pesar de las críticas, el planteamiento rousseauniano constituyó el modelo pedagógico durante mucho tiempo y fijó las directrices de la pedagogía moderna burguesa, extendiendo sus ecos hasta tiempos muy cercanos.

En cualquier caso, y tal vez para descargo de Rousseau, es pertinente comentar que su perspectiva no era solo suya, sino de la época y de la cultura patriarcal misma y, por tanto, compartida por otros autores coetáneos.

En oposición a la propuesta misógina de Rousseau, surge la obra de Mary Wollstonecraft Vindicación de los Derechos de la Mujer, considerado un texto fundacional del feminismo. Esta autora, junto con Olympe de Gouges, fue una de las iniciadoras del pensamiento feminista. Ambas condenaban la educación dirigida a las mujeres de la época, que solo las hacía ser débiles y centrarse en aspectos superficiales y en potenciar sus valores estéticos, errando en la concepción del verdadero papel que debían tener.

Wollstonecraft reivindicaba, además del cambio radical en los modelos educativos, la total erradicación de leyes que soportaban esta concepción de la inferioridad de la mujer para lograr la independencia, o al menos comenzar a pensar en ella.

Por supuesto, no aceptaba las limitaciones de las esferas público-hombre/privado-mujer, y no aprobaba las reglas de educación que Rousseau había proyectado; en su lugar, aprobaba las líneas pedagógicas diseñadas para los hombres y pedía su extensión para las mujeres a fin de que ambos sexos tuvieran la posibilidad de convertirse en ciudadanos. Mary Wollstonecraft luchó por cambiar la educación de las mujeres, pero también defendió un cambio en el matrimonio y la inclusión del sexo femenino en la vida política.

El incipiente movimiento feminista no hubiera sido posible sin la publicación de textos como la Declaración de los Derechos de la Mujer y de la Ciudadana, escrito en 1791 por Olympe de Gouges, y la Vindicación de los Derechos de la Mujer. En estos textos se ponía de manifiesto y se denunciaba una de las mayores contradicciones de la Ilustración. Kant hablaba, como hemos visto, de la mayoría de edad que debía alcanzar el hombre haciendo uso de la razón, logrando así su independencia, pero ¿cuál era el papel de las mujeres en esta cuestión? Sencillamente se pensaba que esta lucha contra los privilegios y el camino hacia el conocimiento eran un asunto del hombre, en su sentido mas literal. Así, en el momento mismo del anuncio de la Declaración de los Derechos del Hombre emitido por la Asamblea Nacional, las mujeres, en la voz de Olympe de Gouges, descubrieron que la Revolución Francesa las había invisibilizado y rechazado como ciudadanas:

“Oh, hombre”, empezaba la Declaración de los Derechos de la Mujer, “¿eres capaz de justicia?… ¿Cuál es el derecho soberano que tienes para oprimir a mi sexo?” “¡Oh, mi pobre sexo!” Seguía diciendo Olympe de Gouges: “¡Oh, mujeres que nada obtuvieron de la Revolución!”.

Como se sabe, esta Declaración reclama la igualdad de derechos con los hombres ante la ley, en las cuestiones cívicas, en la esfera impositiva y en la posesión de propiedad. “La ley”, escribió la autora en el artículo VI, “debe ser la expresión de la voluntad general. Todos los ciudadanos de sexo femenino y masculino deben contribuir, personalmente o a través de sus representantes, a su formación; debe ser igual para todos; todos los ciudadanos masculinos y femeninos, como son iguales a sus ojos, deben ser admitidos igualmente a todos los honores, los cargos y los empleos públicos, de acuerdo con su capacidad y sin más distinción que la de sus talentos y sus virtudes”4. La libertad de palabra era otra cuestión fundamental en la visibilización y participación social de las mujeres. “Nadie”, escribió en el artículo X, “debe ser molestado por expresar sus convicciones fundamentales; si la mujer tiene el derecho de subir al patíbulo5, ella debe tener igualmente, el derecho de subir al estrado”6.

(Continuará)

BIBLIOGRAFÍA

  • BARUDIO,Günter. La época del absolutismo y la ilustración 1648-1779. México: Siglo XXI editores, 2000.
  • FUSTER GARCÍA, Francisco, “Dos propuestas de la Ilustración para la educación de la mujer: Rousseau versus Mary Wollstonecraft”, A Parte Rei. Revista de Filosofía, Nº 50, 2007. pp 1–11. http://serbal.pntic.mec.es/AParteRei
  • LÓPEZ CORDÓN, V., La situación de la Mujer a finales del Antiguo Régimen: 1760-1860. En Mujer y Sociedad en España, Madrid, 1982.
  • RAMÍREZ, GLORIA, “La declaración de derechos de la mujer de Olympe de Gouges 1791: ¿Una declaración de segunda clase?” Cátedra UNESCO de Derechos Humanos de la UNAM. Cuaderno 2, 2015.
  • ROUSSEAU, J. J., El Emilio, B.A.E., Madrid, 1955.

1 Kant, citado por Barudio,Günter. La época del absolutismo y la ilustración 1648-1779. México: Siglo XXI editores, 2000, p.5.

2 Consultado en la red http://es.wikipedia.org/wiki/Ilustraci%C3%B3n.

3 Rousseau, J. J., El Emilio, B.A.E., Madrid, 1955.

4 Olympe de Gouges, Declaración de los derechos de la mujer y la ciudadana. 1791. Artículo VI.

5 Olympe de Gouges murió en 1793 en la guillotina.

6 Op. cit. Artículo X.


Elisa Vázquez.

Nacida en Ponferrada, donde actualmente reside, es diplomada en Educación Infantil y doctora en Filosofía por la Universidad de Murcia. Escribe, principalmente, Literatura Infantil y Juvenil. Tiene publicados los siguientes libros: Doña Chancleta y el cohete-lavadora (agotado); La Pócima Mágica y Regreso a Montecorona (los dos primeros títulos de la colección Lucy y Pepón en NubeOcho Ediciones); Amapola y la Luna y El sueño del ángel (Ediciones en Huida); El Reino de Úlver, con la colaboración del Consejo Comarcal del Bierzo y Marta y Brando. Magia traviesa (Uno Editorial).

            Socia fundadora del Club Literario Petronio, que intenta fomentar la lectura y activar la vida cultural en su localidad, participa con sus cuentos y artículos en blogs y espacios literarios televisivos. Sus textos —principalmente relatos, artículos y poemas— aparecen en varias antologías de escritoras leonesas, como en el libro homenaje a Concha Espina publicado en 2018 y en un segundo publicado en 2020 sobre la misma autora. A Josefina Aldecoa en 2019; a Alfonsa de la Torre en marzo de 2020 y este año en el libro dedicado a la poeta berciana Manuela López. Así mismo, en el libro de autores bercianos que se editó con motivo de la entrega del Premio de la Crítica Literaria 2018, que tuvo lugar en Villafranca del Bierzo a primeros del mes de abril del año 2019. En 2021 ha publicado Vivir del viento, su primera novela para adultos, con la editorial Letra r y ha participado con uno de sus relatos en la antología Misterio en El Bierzo, de la editorial Más Madera.

7 comentarios en “La educación de las mujeres en la Ilustración (I)

  1. Y continuamos pisando fuerte. Gracias, Elisa, por este acercamiento a una época en la que esa presencia de la mujer con respecto a la educación ya comienza a sentar las bases de lo que habría de ser en el futuro.
    Deseando leer la continuación.

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  2. Muy bueno y claro el artículo. Dos mujeres valientes, sensatas, razonables y deseosas de la igualdad. Creo que es necesario difundir su pensamiento.

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