LIANA MILLU, LA MIRADA FEMINISTA DEL HOLOCAUSTO. Por Pepe González Arenas

Sección: Con firma masculina

Sábado, 13 de enero. 2024

En la actualidad tenemos el privilegio de disponer de numerosos testimonios escritos, que relatan los actos de barbarie del Holocausto, la Shoah. Son pruebas que muestran una diversidad de contribuciones, según la edad del narrador, el sexo, el estado físico, el campo de deportación, etc. De entre todos esos testimonios que conforman lo que se conoce ya como literatura holocáustica, destaca uno, el de la italiana Liana Millu, por su visión feminista. Esta es su historia.

Liana Millu nació en Pisa el 21 de diciembre de 1914. De familia sefardí, perdió a su madre cuando tenía un año de edad, creciendo con sus abuelos maternos, ya que su padre, jefe de estación, vivía lejos de casa.

Mostró un temprano interés por el periodismo y comenzó a colaborar desde muy joven con el periódico de Livorno «Il Telegrafo», donde firmaba los artículos como Millu, modificando su apellido original, Millul.

Tras obtener su maestría, en 1937 comenzó a enseñar en las escuelas primarias de Montebradoni, cerca de Volterra, compaginándolo con su actividad periodística. Expulsada de la docencia a raíz de las leyes raciales fascistas, trabajó como institutriz para una familia judía florentina, hasta que, en 1940, se trasladó a Génova, donde ejerció diversos oficios, sin dejar de escribir, con el seudónimo de Nàila, anagrama de “Liana”, llegando a publicar dos cuentos, “Il Colleague” y “Monte Pio”, en la revista “Settimo giorno”.

Participó en la Resistencia italiana, uniéndose al grupo clandestino llamado «Otto», nombre del fundador, el neuropsiquiatra Ottorino Balduzzi, grupo que tenía la tarea de mantener las conexiones entre los bandos aliados, es decir, entre los ingleses, los americanos y los prisioneros ingleses de los campos de concentración liberados.

Estando en Venecia en misión secreta, fue arrestada y desde allí deportada a Auschwitz, luego trasladada a Ravensbrück y, más tarde al campo de Malkow, cerca de Stettin, para trabajar en una fábrica de armamento.

Paradójicamente, su condición de judía evitó la ejecución sumarísima que era aplicada a todo miembro de la Resistencia.

Liana fue liberada en mayo de 1945, tras un año en el campo de exterminio nazi y regresó a Italia. Reanudó la enseñanza en las escuelas primarias y se dedicó, desde su regreso, a dar testimonio de la experiencia del Holocausto.

En su libro “El humo de Birkenau”, cuenta la historia de seis mujeres, sus compañeras de prisión en Birkenau. El libro es de 1947 (Milán, La Prora), el mismo año de la primera edición de “Si este es un hombre” de Primo Levi, al que le unía una gran amistad, y es uno de los primeros libros que recoge los recuerdos de los judíos deportados en los campos de exterminio nazis.

Desde entonces, el libro de Millu ha sido reeditado muchas veces y traducido a muchos idiomas. En realidad, el libro, como dijo la propia Millu, comenzó a escribirse en los días inmediatamente posteriores a la liberación del campo, en condiciones muy precarias, a la espera de regresar a Italia. En España se tradujo y publicó en 2005 por la editorial Acantilado, incluyendo un prólogo de Primo Levi. En la actualidad es un libro agotado y es muy difícil conseguirlo a un precio asequible. Es el único libro suyo que hasta ahora ha sido traducido al español.

El libro lo componen seis relatos. En el prólogo escribe Primo Levi: Cada relato se cierra con una nota atenuada, con un toque fúnebre, el de una vida que se apaga. Y resulta significativo cómo estas muertes individuales, personales, todas trágicas, pero distintas, pesan mucho más, influyen mucho más en nuestra sensibilidad que los millones de muertos anónimos reflejados por las estadísticas. ¿Y quién mejor que Levi para sintetizar las historias?:

  • Lily, en el relato Lily Marlen, es enviada a la muerte con un gesto indiferente de la mano de su kapo, pues sospecha que puede ser una rival en amores.
  • En La Clandestina, María, que entra en el campo de concentración sin declarar su embarazo, al contrario, lo oculta fajándose el vientre, porque quiere que el niño nazca, y nace, en el infierno nocturno del barracón mugriento y atestado, sin luz, sin agua, sin un pañal limpio, en medio de la locura colectiva y de la renovada piedad de las presas más endurecidas pero el recuento es sagrado, ninguna ha de faltar, la parturienta y el niño se desangran y, concluido el recuento, mueren.
  • Alta Tensión relata cómo Bruna se reencuentra con Pinin, su hijo adolescente, en un campo contiguo; se abrazan a través del alambre electrificado y se electrocutan.
  • En el relato El billete de cinco rublos, la rusa Zina se juega la vida para contribuir a la fuga de Iván, al que no conoce, pero en quien imagina un parecido con Grigori, su marido, asesinado por los nazis.
  • Scheiss egel (Me importa una mierda) presenta a dos hermanas holandesas: una de ellas elige el camino del burdel, al que la otra se niega, renunciando estoicamente a sus beneficios.
  • La esposa enamorada del relato Ardua decisión, se debate entre dos destinos posibles: mantenerse fiel al marido y morir de hambre o ceder y perder la honra, pero conservarse para él.

De cada uno de estos itinerarios humanos en un mundo inhumano surge un aura de tristeza lírica, incontaminada por la cólera o el lamento desgarrado, de dolorosa sabiduría mundana, que demuestra que la autora no sufrió en vano.

En la novela “I ponti di Schwerin”, su segundo libro, publicado en 1978 por la editorial Lalli y luego en 1994 por la ECIG, Liana Millu, contó la historia de Elmina, de su regreso a casa tras su liberación de Auschwitz, pero también de sus experiencias de vida antes y después de la deportación. En un testimonio dado a David Dambitsch, Millu habló del carácter autobiográfico de la novela en estos términos:

Dos cosas me empujaron a escribir este libro. En primer lugar, el regreso del campo de exterminio. Pero igualmente importante para mí fue la representación de una joven que había vivido hace setenta años y que tenía un solo objetivo: la autorrealización. Fue una elección muy difícil y dura. Yo era feminista, sin siquiera saber el significado de la palabra; de hecho, durante el fascismo no existía ni la palabra, ni la cosa a la que se refiere. Cuando era joven sólo tenía un objetivo: ser libre e independiente. En “El humo de Birkenau” no estoy estrictamente presente, pero soy, como lo definió Primo Levi, un “ojo observador” (das “beobachtende auge”); por tanto, no soy un personaje existente, sino sólo un observador. “I ponti di Schwerin” es un texto que trata de mi vida, mi vida después del campo de exterminio, mi vida como mujer.

A principios de los años ochenta, publicó junto con Rosario Fucile, “Dalla Liguria ai campi di sterminio”, editado por la Región de Liguria y la Asociación Nacional de ex deportados (ANED), asociación en la que Liana Millu desarrolló una intensa actividad y ocupó cargos de responsabilidad. Y en 1988 vio la luz, la colección de cuentos “La camicia di Josepha” (ECIG, 1988).

Su último mensaje antes de morir fue escrito el 27 de enero de 2005 en el Día del Recuerdo del Holocausto y está dirigido a estudiantes:

Lamento no estar allí y empezar de la forma habitual: «Soy el número A5384 de Auschwitz-Birkenau». Las palabras son siempre las mismas, pero hoy resuenan con la fuerza de millones de personas que ya no pueden hablar. Me dirijo a todos, especialmente a los jóvenes, porque conocer ese pasado es garantía para el suyo, para nuestro futuro. Acerca de ese pasado, tu presente se fortalecerá. Ve a esos lugares espantosos y no por un día solo. Estudiarlos traerá bien a tu vida, lo sé. No te limites a un día. Sobre todo, intenta ver, ir: volverás mejor y más fuerte, tu conciencia se profundizará. Te deseo esto. Y os bendigo en nombre de los que no pudieron hacerlo. 27 de enero, repite esta fecha, 27 de enero: afecta a todos, nos afecta a todos. Que Dios te bendiga y te ayude a no olvidar jamás.

Su diario Tagebuch. Il diario del ritorno dal Lager (Giuntina, 2006) se publicó después de su muerte, ocurrida en Génova el 6 de febrero de 2005. El Diario es un texto elaborado en las primeras semanas después de la liberación, fundamental para comprender la obra de Millu, su forma de entender las relaciones entre memoria y literatura y su voluntad de encontrar un estilo literario que pudiera permitir la transmisión de su experiencia en el Lager.

También es póstuma la publicación de Campo di betulle. Shoah: l’ultima testimonianza di Liana Millu (Ed. Giuntina, 2006), que recoge sus conversaciones con el periodista Roberto Pettinaroli.

Pero ¿por qué el testimonio de Liana Millu es tan importante? Lo es porque ella describe el doble calvario de las mujeres ingresadas en los campos nazis.

Por una parte, al tener una mayor debilidad física que los varones, fueron presas fáciles de las hambrunas, enfermedades y torturas a las que se vieron sometidas, lo que se tradujo en una menor supervivencia.

Por otra parte, las mujeres internadas portaban una gran carga emocional, ya que unas habían tenido que dejar a sus padres y otras a sus hijos.

La prosa de Liana Millu pone en negro sobre blanco ese “ojo observador” al que se refería Primo Levi.

En El humo de Birkenau —decía Liana Millu en una entrevista radiofónica— no quise hablar de los muertos, de la muerte, sino de la vida, es decir, de esa vida mínima de las mujeres, e insisto en el factor «mujeres», porque se sabe, está demostrado, que la reacción de los hombres era diferente. Los hombres vivían el Lager con una menor voluntad de adaptación, con menos fantasía, pensaban más en la muerte. Un hombre contaba cómo con tres o cuatro amigos hablaba de la manera más probable en que los matarían: uno de ellos decía que a golpes; otro, que con una inyección; el otro, que en la cámara de gas. Nosotras, las mujeres, no habríamos mantenido jamás, pero jamás, una conversación de ese tipo.

Uno de los episodios de mi testimonio que destaco siempre es que a las chicas les daban una cucharada de margarina una vez por semana. Se la ponían en la mano y, cuando estaba más que terminada, a fuerza de lamer, la mano quedaba impoluta. Pero las francesas se pasaban el último resto por debajo de los ojos. Pero ¿cómo? ¿Estaban pensando en las arrugas? Porque era como una crema antiarrugas… ¿En un lugar donde cada día morían miles de personas? Era una prueba de resistencia. Esa es la resistencia de las mujeres, pensar: «Voy a volver a casa y quiero estar guapa»”.


Pepe González Arenas, nació en Córdoba (España) en 1959. Es Licenciado en Ciencias Biológicas y Doctor en Ciencias Ambientales por la Universidad de Córdoba y  experto universitario en Divulgación y Cultura Científica por la Universidad de Oviedo. Es científico de la Junta de Andalucía, desarrollando su trabajo como divulgador científico en el Centro IFAPA “Alameda del Obispo”, en Córdoba. Ha sido Director-Conservador del Parque Natural de la Sierra de Cardeña y Montoro (Córdoba) y Delegado provincial de la Consejería de Agricultura y Pesca.

Es autor de numerosos libros, entre otros: La actividad cinegética en Córdoba, Economía ambiental en los parques naturales de Córdoba o Socioeconomía de la pesca deportiva. Su compromiso social le lleva a ser miembro de Greenpeace, Amnistía Internacional y Médicos Sin Fronteras. En febrero de 2012 funda la Asociación de Amigos Madinat al-Zahra.

Pepe González Arenas es también un enamorado de la fotografía, de la poesía y del flamenco. Desde 2015 desarrolla una intensa carrera artística como fotógrafo de calle y de retrato, habiendo realizado numerosas exposiciones individuales y colectivas, tanto en España como en el extranjero. Sus obras se encuentran en numerosas instituciones europeas y referencias sobre sus trabajos artísticos  acostumbran a aparecer en medios de comunicación tanto americanos como europeos.

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