LA PRESENCIA FEMENINA EN EL CAMINO DE SANTIAGO. Por Mercedes G. Rojo.

Sección: Miscelánea en rojo. Mujeres en el Camino I

Sábado, 21 de octubre. 2023

Con el desarrollo de los últimos años, hemos visto como el Camino de Santiago se convertía en un hito de peregrinaje y turismo al mismo tiempo capaz de mover cientos de viajeros a lo largo de todo el año, aunque los meses más en auge son aquellos que van desde mediados de abril al mes de octubre.

La Virgen peregrina de Leiva.

Hace un par de años, con motivo del año jubilar, que se vio sorprendido por la pandemia, recuperé para la sección de FOCUS, un acercamiento a la presencia femenina en todo lo referente al Camino, una presencia que si bien hoy nos parece obvia, parece no haberlo sido tanto en épocas precedentes, o al menos es lo que parece deducirse del día a día. Afortunadamente los caminos de investigación de muchos estudiosos que se dedican a recuperar datos del pasado para arrojar cada vez más luz sobre la historia nos dicen lo contrario. Así, como persona crecida al pie de una de las etapas más populares del Camino en el trazado conocido como Camino Francés, testigo del tránsito que el mismo recibía año tras año, se me avivó la curiosidad por conocer la presencia en el mismo de las mujeres, a todos los niveles. Esa curiosidad dio como resultado un pequeño estudió que ahondó en diferentes aspectos de esa presencia y que ahora vuelvo a compartir en esta sección, por si sirve a alguien para satisfacer su curiosidad en un fenómeno -el de las peregrinaciones- que cada vez mueven a más gente. Aún habrán de pasar algunos añitos más para que llegue un nuevo año santo, y se incremente aún más el trasiego de peregrinos durante el mismo[1].  

A lo largo de la Historia, reyes, nobles, obispos, monjes, soldados, ricos y pobres, caballeros, esclavos, hombres y mujeres, ancianos, jóvenes y niños, han peregrinado por las diferentes rutas a Santiago. Generalmente iban a pie; los pudientes, a caballo. A veces solos, pero comúnmente en caravanas para defenderse mejor de los peligros. La presencia de la mujer, de la mujer de a pie, en el Camino de Santiago queda refrendada por la alusión a las mismas en diversos documentos, algunos como el testamento de  la fundadora del Hospital de Santa María la Real en Burgos, que hace alusión explícita  en sus provisiones a romeros y romeras. Otros son los propios testamentos de peregrinas otorgados a los propios hospitales, como es el caso del de María López de Granada, en 1565, al Hospital Real de Santiago. Y, por supuesto, la evidencia plasmada en los documentos ligados a los Hospitales del Camino con separación de sexos en los mismos.

Los motivos que llevaban a esos peregrinajes eran también múltiples;  el primero, el religioso; la piedad, la devoción, tal como queda plasmado en el propio origen que dio lugar a la instauración de Santiago de Compostela como nueva ruta de peregrinación a un Santo Lugar, aunque no todos los motivos coincidían con éste. Para algunos hombres y mujeres, la peregrinación fue una disculpa de negocios o aventuras, de lo que se deduce que no todas las mujeres en el Camino eran peregrinas, y no todas representaban (al igual que ocurría entre los hombres) los valores positivos de las mismas. La Iglesia, siempre antifeminista, nunca vio con buenos ojos la peregrinación de las mujeres y la toleraba muy a regañadientes, incluso algunos representantes (por ejemplo en el siglo XIII) llegaron a condenar sin paliativos la ida de las mujeres a Compostela, bajo el pretexto de que llevaban consigo más pecados que indulgencias. Pero el pretexto religioso de la santa romería que esgrimieron muchas mujeres  no podía pasarse por alto, lo mismo que en épocas más cercanas ocurriría con el hecho de ir a misa, en algunas ocasiones la única disculpa aceptada en muchas situaciones para salir de las cuatro paredes de la casa (y sin una vigilancia férrea).

Dentro de las peregrinaciones por motivos rufianescos podemos encontrar a las pícaras; amparados en la acogida que caritativamente se dispensaba a los verdaderos peregrinos, se dice de los rufianes a quienes éstas solían acompañar,“para encubrir sus malas vidas échanse a cuestas media sotanilla y una esclavina; un zurrón a un lado, calabaza al otro, bordón en la mano y una socia con título fingido de casados y discurren por toda España, donde se halla la gente más caritativa, sin jamás acabar sus peregrinaciones”. También estaban las mozas de servicio que, generalmente a instancias de sus amos,  robaban  la avena o cebada de las caballerías y procuraban introducírseles en la cama a los peregrinos para sacarles el dinero (ilustrado en las múltiples versiones de algunas leyendas). También se habla a menudo de las “meretrices” que salen al encuentro de los romeros con el fin de embaucarles y perderles

Aparte, están las mujeres que representan el lado positivo de la atención en el Camino de Santiago: posaderas honradas, benefactoras de los hospitales de peregrinos, limosneras, criadas y otras figuras dentro de los mismos, …, que, junto a lo dicho con anterioridad, nos ayuda a establecer dos planteamientos:

  1. Lo poco proclive que resulta la época histórica de las peregrinaciones a la defensa de las mujeres, con alusiones continuas tanto en la literatura como en la legislación de la época no sólo a la picaresca desarrollada por determinados grupos sociales femenina sino también  a las “profesionales” que se dedicaban a ejercer “la profesión más antigua del mundo”.
  2. Por otro lado, aunque sea menos visible, que existe un rastro dejado en la Historia por mujeres de distintas clases sociales que peregrinaban por la devoción y la costumbre del momento, algunas movidas por el hecho religioso en sí, otras impulsadas por motivos más frívolos como el arte o la cultura.

Todas, al fin y al cabo, dejaron su Huella en los distintos Caminos a Santiago.

Si las  mujeres estuvieron sujetas a los padres, hogar o familia hasta hace cuatro días, este mismo hecho se plasma en toda la realidad que al respecto se puede recoger sobre su presencia en las peregrinaciones a Santiago, para lo bueno y para lo malo, y así encontramos a quienes:

  • explotaban a los peregrinos a instancias de sus amos, maridos o padres
  • viajaban de acompañantes de su familia
  • sólo pudieron mostrar su total religiosidad una vez viudas

Los detalles de su presencia y su huella  en estos caminos de peregrinación que se convirtieron en fuente de intercambio cultural internacional es lo que iremos viendo en próximos capítulos de esta entrega  si es que os apetece seguirla. No en vano están en el origen de que hoy toda esta red de caminos esté reconocida como Patrimonio de la Humanidad.  Os espero en próximas semanas.


[1] El Año jubilar compostelano (Año Santo) se celebra cuando el 25 de julio, Conmemoración del Martirio de Santiago, coincide en domingo, situación que se  produce respectivamente cada 11, 6, 5 y 6 años (pudiéndose dar lapsos de  de 7 o 12 años si el último año de un siglo no es bisiesto). Se viene celebrando desde que en 1.122 el Papa Calixto II viajara a Santiago de Compostela, momento a partir del cual se le otorgará al peregrinaje a Santiago  el privilegio  de  las mismas gracias que se otorgaban en Roma en los Años Jubilares (que allí coinciden cada 22 años) y equiparables también a las ganadas con el viaje a Jerusalén.  Estos privilegios serán nuevamente refrendados a perpetuidad por el Papa Alejandro III en el año 1179 y reivindicados y ampliados por otros Papas con posterioridad. La inseguridad creciente alcanzada con la permanente y complicada conflictividad de los territorios atravesados en el viaje a Tierra Santa, hizo que en la Edad Media la ruta a Compostela tomara el relevo adquiriendo un auge cada vez mayor entre un número creciente de peregrinos.

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