EL MATRIMONIO EN EL ANTIGUO EGIPTO. Por Elvira Martínez Ropero

Sección: En femeNILO

Viernes, 20 de octubre. 2023

Entender el matrimonio y las condiciones que se imponen con él a los cónyuges son un importante recurso para conocer la vida de las mujeres en cualquier momento histórico y lugar, no siendo el Antiguo Egipto una excepción.

Uno de los primeros conceptos en los que pensamos ante este tema es el de la poligamia pero, de manera general, era algo que solo practicaban reyes y príncipes. Si bien es cierto que, cuando los derechos de las mujeres decayeron la poligamia se extendió a otros estamentos, en cualquiera de los casos siempre había una esposa principal que tomaba el título de “Señora de la casa”, título que se le daba a la esposa en monogamia también. El otro concepto que tampoco encaja con el pensamiento actual es el del incesto pero, del mismo modo que la poligamia, este estaba relacionado solo con la realeza y el intento de conservar la sangre real intacta y su linaje; de hecho estaba mal visto fuera de este contexto de continuidad de la familia del faraón.

Tutankhamón y Ankhesenamón compartiendo flores

La edad para contraer matrimonio era entre los 12 y los 14 en el caso de las mujeres y desde los 15 en el de los varones, edad que a nosotros nos puede parecer temprana pero que resulta mucho menos escandalosa cuando recordamos que llegar a los cuarenta era un lujo en este momento histórico.

En la decisión de contraer matrimonio influían muchos factores: la clase social, la situación económica, ciertos acuerdos… Pero también entraba en juego el amor, hecho que conocemos gracias a los cantos de amor, a los preceptos que usaban para instruir en la vida en los textos de sabiduría, las imágenes y representaciones de los matrimonios, en las que se les observa tocándose, haciéndose ofrendas, agarrados, etc. Para ellos, el matrimonio era el estado natural de un hombre y una mujer y, con él, la llegada de hijos que completaran el ciclo de la vida que tan arraigado estaba en toda su cultura.

Familia del funcionario Seneb

Curiosamente, en Egipto no había una ceremonia religiosa, no era algo vinculado al culto, aunque claramente hay algo sagrado en el matrimonio teniendo en cuenta lo fuerte que es el concepto de unión entre dioses, como es el ejemplo de Isis y Osiris. Tampoco existía una ceremonia civil como las que conocemos; el verdadero significado del matrimonio estaba en “comenzar a vivir juntos”.

Lo que si aparece son contratos concretos que establecen ciertas condiciones, ya sea por necesidad o petición de los padres. Este contrato no siempre se realizaba nada más comenzar la convivencia, pareciendo que existía una especie de período de prueba. En otras ocasiones, el status de la dama exigía que el contrato estuviera formalizado antes de comenzar la convivencia. Este contrato era desarrollado por el novio y el padre de la novia y era firmado ante varios testigos y/o un escriba. Este incluía cómo se iba a lograr la subsistencia de la mujer, lo que ocurriría en caso de disolver la unión (sobre todo con los hijos comunes), el listado de lo que aportaban al matrimonio… Con esto surgían tres tipos diferentes de contratos de matrimonio:

  • El primer tipo es aquel en el que el hombre aportaba más bienes al matrimonio.
  • Un segundo tipo en el que la mujer era la única que aportaba dinero y en el futuro esposo empeñaba sus bienes para también aportar.
  • Y un último tipo es aquel en el que el acuerdo era muy favorable a la mujer.
Matrimonio con sus hijos

Como dejan ver estos casos y sus ejemplos, el hombre debía ocuparse de cubrir las necesidades de su esposa pero si el matrimonio continuaba y entraba en apuros económicos ella y su familia tenían que buscar soluciones y colaborar.

Sabemos que en ocasiones existió ese periodo de prueba porque se menciona en algunos contratos los hijos que ya han tenido juntos o incluso, fuera de estos contratos, hay registros de acuerdos previos en los que el padre de la novia le entrega una dote y una renta para su sustento durante siete años. 

Y, aunque no hubiera una ceremonia concreta que formalizara el matrimonio sí que debían de existir actividades tradicionales que celebraban y enmarcaban el acontecimiento. Ante lo sencillo de la concepción del matrimonio, lo principal era que la novia trasladara todas sus pertenencias a la casa de su marido y con esto sería suficiente. No obstante, si se lo podían permitir, solían celebrar una fiesta en la que además había una alianza (podía ser de cualquier material, incluso de cinta, si el poder adquisitivo no permitía joyas); este anillo se colocaba en el dedo corazón de la novia, que creían conectaba con el propio corazón, como símbolo de la entrega que el esposo le hacía de la custodia de sus bienes y hogar. Además, la novias sí solían llevar un vestido de lino y se adornaban con joyas, como continúa siendo tradición en casi todas las culturas.

Mujer de Sennefer ofreciendo loto a su esposo

La virginidad no era un requisito a la hora de contraer matrimonio para ninguno de los dos, dado que las relaciones entre personas solteras no tenían la carga negativa que se conoce en otras civilizaciones y etapas históricas, incluida la nuestra, y cuya concepción negativa caía casi principalmente en la mujer. Sin embargo, parece ser que esa virginidad si era algo apreciado para los hombres dado que en algunos contratos matrimoniales se incluía esta característica, solo en el caso de las mujeres y su pureza previa al mismo. Esta libertad previa al matrimonio hacia que la falta de castidad no se convirtiera en un estigma y fuera más fácil que los matrimonios se basaran en la compatibilidad.

Esta compatibilidad se hace aún más necesaria cuando entendemos el concepto de más allá que tenían los egipcios, un más allá en el que esta vida se prolongaba, en el que el matrimonio continuaba y el dolor de la pérdida se atenuaba al sentir que volverían a reunirse. Una reunión para la que era necesario haber vivido una buena vida y ser merecedor de continuarla al lado de los seres queridos que esperaban en los Campos de Cañas (el “paraíso” para los egipcios).

Ani y su esposa juegan al Senet juntos

La igualdad dentro del matrimonio que encontramos en muchas de las etapas del Antiguo Egipto, se reflejaba en el arte representando a los esposos del mismo tamaño, fuese esto o no una realidad física, incluso cuando se les representaba sentados. Si su condición en su convivencia era de entre iguales, ambos tendrán la misma altura, hasta el punto de que si el matrimonio era muy desigual en su altura, se mostraban sentados llegando sus cabezas a la misma altura (como el caso del funcionario Seneb). Es por esto, por esa consideración de iguales, por lo que se aspiraba a encontrar una buena esposa con la que convivir, ya que si bien es cierto, el hombre se veía como el dueño de la casa al que había que obedecer, ella era vista como la señora de la casa y no una subordinada. La mujer debía administrar la casa y cumplir con sus deberes en ella pero sin que nadie la molestara en su tarea. Tras casarse, la mujer mantenía además su independencia y podía continuar su oficio, su negocio si lo poseía y disponer de sus bienes.

Todo se disponía para que el matrimonio fuera feliz y duradero pero, si no era así, este podía disolverse por petición de cualquiera de las dos partes, de nuevo con ciertas condiciones, pero esto ya es otra historia…


Elvira Martínez Ropero. Escritora

Nací y crecí en Trobajo del Camino, León. Estudié Filología Hispánica en la Universidad de León, completando estos estudios con el CAP y un Master de Literatura Comparada. He participado en varios congresos de la Sociedad Española de Humanistas y en algunos recitales de poesía, afición que desembocó en la publicación de mi poemario Luciérnagas en el desierto y que ha impulsado mis ganas de seguir creando versos.  La predilección por las culturas antiguas nunca ha salido de mi formación, desde el estudio de lenguas antiguas: latín, griego, hebreo, egipcio e incluso un poco de sumerio; hasta la obtención del título de Egiptología del Museo Liceo Egipcio de León.  Mi carrera profesional se ha volcado en la enseñanza de Lengua y Literatura en secundaria y bachillerato. También estoy trabajando en el Museo Liceo Egipcio de León en la traducción de textos jeroglíficos con un maravilloso equipo, así como realizo en el mismo una visita teatralizada nocturna que escenifica los ritos de muerte y resurrección del Antiguo Egipto. 

Deja un comentario