Carlota Manrique. La sembradora

Por Raquel Villanueva

Sección: Desde lugares que también existen

Miércoles, 6 de octubre. 2021

Que la vida iba en serio
uno lo empieza a comprender más tarde:
como todos los jóvenes, yo vine
a llevarme la vida por delante.

… decía Biedma, sabiendo en su madurez que  no hemos de ser nosotros los que nos llevemos la vida, sino que la vida nos irá/va llevando, porque es ella siempre la que nos lleva, como un río en el que, tal como dijo Heráclito, no podremos entrar dos veces en él, porque nunca será el mismo, porque todo puede ser siempre parecido, pero nunca igual. Lo importante es seguir adentrándonos en esas aguas, no perder nunca las ganas de sumergirnos en ellas.

Carlota Manrique en su centro

Hoy quiero mostraros la labor de una sembradora, una mujer gallega que esparce semillas de cariño, ilusiones y empatía, y que ha hecho de su trabajo algo más que una forma de vida, un trabajo que no es forma, que no es modo, que simplemente es vida sin ningún otro adjetivo.  

Carlota Manrique es técnica deportiva, pero también es el claro ejemplo de aquel que despoja a la palabra «imposible» de su prefijo «im». Es una transformadora de la negación, para ella todo es posible y nunca somos el problema, siempre somos parte de la solución. Es la mujer del sí, de ese sí grande, rotundo y que se cuelga de los labios a través de una sonrisa. Esta mujer, nacida con un 54% de discapacidad, madre soltera en su día, que ha sentido en alguna que otra ocasión ese machismo soterrado que dice, subyace en su oficio al ser puestos en tela de juicio sus capacidades y conocimientos en alguna que otra ocasión. Esta mujer, que ha sido galardonada como emprendedora y que parece haber nacido con la valentía instalada de serie en sus genes, quiso hacer y hace de la gimnasia, algo más que una sucesión de ejercicios, muchas veces imposibles para una gran mayoría. Ella, ha transfigurado el concepto de la palabra gimnasio, haciendo del mismo un espacio de encuentro para todas las generaciones. Ha derribado los muros ficticios y reales de esa palabra y se ha extendido mucho más allá de la idea que tenemos de un mero establecimiento, de un simple lugar dedicado a la enseñanza. Porque ella no hace clases para lograr cuerpos perfectos, hace clases para las personas, para ti, para mí, para todos. Carlota ha hecho de la palabra «psicosocial», una realidad sustentada en nombres y apellidos, en vidas de personas, vidas de mujeres que han encontrado en ella, algo que va infinitamente más allá de un mero ejercitarse, algo que abarca mucho más que las labores de una simple instructora. 

Mujeres-diamante

Sentados en una silla podemos mover todo nuestro cuerpo. Sentados en una silla podemos bailar. Porque la gimnasia no tiene por qué ser un arriba y un abajo, un tiéndete y levántate a la voz de ya, un adelante y atrás, un me canso, un no puedo, no sé si podré, un sudar para presumir. La gimnasia también puede ser suave, dulce, puede ser confidente y amiga. Gimnasia dulce para mujeres diamante, es una de sus especialidades. Ejercicios adaptados para esas mujeres preciosas y brillantes, que debido a su edad (incluso hay alumnas centenarias), en muchas ocasiones terminan por transformarse en transparentes, mujeres en las que las miradas ya no se posan y que acaban por diluirse en esta sociedad que tanto tiende a venerar la juventud y a menospreciar, sin tener en cuenta, la sabiduría de la avanzada madurez. Mujeres llenas de facetas que centellean junto a Carlota, esa hija, esa nieta que la gran mayoría de ellas han incorporado a su vida. Carlota se ha despojado para ellas de la palabra profesora, para formar parte indeleble de la palabra amiga. Así, a las clases se han incorporado los diálogos, las historias de vida, los puntos de vista comunes, y las múltiples llamadas telefónicas que se hacen unas a otras. También los diversos talleres que vienen a instruir en nutrición, en primeros auxilios, en cuidado del suelo pélvico, en todo aquello por lo que puedan mostrar ganas e inquietud. Porque no todo es gimnasia, también  las salidas, las excursiones, los disfraces, el descubrimiento de las nuevas tecnologías, las ganas de aprender, que no son más que ganas de vivir, de seguir viviendo, de no dejar de hacerlo. La necesidad de sociabilizar, de saberte parte de un grupo, de sentirte mucho más que una alumna, saberte escuchada y tenida en cuenta. Todo esto es la gimnasia dulce. Una gran familia, una familia de alumnas que ríen juntas en los buenos momentos y se sostienen de forma solidaria en los malos. Carlota rememora el reciente confinamiento y todas las muestras de cariño verdadero que recibió durante el mismo. Recuerda el bajón que muchas de sus amigas/alumnas experimentaron. Todos esos vídeos que grabó entonces, el descubrimiento de las videollamadas para alguna de ellas, la forma de poder sentirse presentes en la distancia, la forma de seguir estando, de arroparse en lo incierto. La solidaridad de todas ellas con su negocio, apoyándola para que en ningún momento tuviera que plantearse el cierre. Pero ella, tal como dije al principio de este artículo, es una sembradora y lo único que hace es recoger la cosecha de aquello que ha ido sembrando en los terrenos de la vida. Me confiesa que nadie más agradecido, nadie más cariñoso, nadie más entregado, que la gente de edad. Y me lo confiesa alguien que ha trabajado con niños y con todo un abanico de diversas edades, pero que siempre quiso acercar su pasión a quién más lejos pudiera parecer estar de ella.

Reunión de «chicas», una familia de alumnas que ríen juntas.

Carlota es esa bruxa boa a la que le gustaría deshacer los conjuros maléficos de las etiquetas y quemar en la hoguera de la noche de San Juan los prejuicios que tanto emborronan la realidad. Porque esta sociedad actual, que tiende a etiquetar todo, sigue estando llena de prejuicios. Carlota aboga en sus clases por grupos intergeneracionales, sabedora de que todos nosotros, independientemente de nuestra edad, estamos llenos de inquietudes, de ilusiones, de pequeños y grandes desafíos a los que cada nuevo día hemos de hacer frente. En sus clases no hay barreras, no hay edades, sólo existen las posibilidades de cada uno que, ella como nadie, sabe aprovechar e incentivar.

Doy las gracias a Carlota por su tiempo, por su dulzura a la hora de hablarme de su vida, de su trabajo. Agradecida, no puedo más que desearle que siga cosechando todo el cariño y dedicación que siembra.

https://www.facebook.com/centrocarlotamanrique/


Raquel Villanueva Lorca (Ponferrada, 1970). Sus inicios en la lectura se remontan a sus días de infancia, creando a través de los libros un mundo paralelo repleto de palabras y metáforas.

Comenzó sus pasos en la escritura de manera tímida, plasmando en papel reflexiones, relatos cortos, e intentos de historias algo más completas y extensas.

Divide su tiempo en tres facetas: lo leído, lo escrito y lo vivido, trío de experiencias que terminan por conformar el todo que intenta ser.

Socia fundadora del Club Petronio, que intenta —junto con el Ayuntamiento, el Consejo Comarcal del Bierzo y otros organismos públicos y privados—, fomentar la lectura y activar la vida cultural de la ciudad de Ponferrada.

Tiene cuatro libros publicados: La decisión de Elsa (2007), finalista del VI Premio Hontanar de narrativa breve. La Cruz del Sur (2015), novela ganadora del I premio de Novela Corta de Editorial Fanes. Relatos de una adoratriz (2018), antología de relatos eróticos. Relatos de mar y vida (2021), obra finalista de la IV Edición del Premio Caperucita Feroz en la modalidad de conjunto de cuentos.

Varios premios y menciones especiales en diversos concursos de relatos. Colaboradora en reconocidas antologías, como en el libro de autores bercianos que se que se editó con motivo de la entrega del Premio de la Crítica Literaria 2018, que tuvo lugar en Villafranca del Bierzo a primeros del mes de abril del año 2019, o en el muy reciente libro homenaje a la poeta berciana Manuela López. Una vida, una obra.

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