LA IMAGINERÍA DE LA MUJER EN LA MÚSICA «POP», «ROCK», «INDIE» Y «REGGAETON». Por Irene Fidalgo López

Sección: Escriben nuestras jóvenes

Miércoles, 22 de mayo. 2024

Es indudable que la música forma parte intrínseca de la cultura y la historia de la civilización humana. Basta echar un vistazo a las antiguas culturas para comprobar cómo el hombre ha utilizado los materiales que han estado a su alcance para producir música con distintos fines. Desde los raspadores de maduras y las pequeñas púas en la Prehistoria, hasta las dos flautas de hueso en la cueva Geibenklösterle en Alemania; los litófonos de doce cajas en la Antigua China; las arpas en Mesopotamia, utilizadas en actos de culto, pero también como símbolo de guerra; el laúd y el sistro en el Antiguo Egipto, reservado solamente para los sacerdotes; o un tipo de tambor especial, el tympanum, en la Antigua Grecia, utilizado especialmente en festivales y representaciones teatrales.

La música ha formado parte de la expresión artística del ser humano desde sus comienzos tanto como lo ha sido la pintura o las tradiciones literarias de carácter oral. Parece indiscutible, por lo tanto, que el hombre necesita de un mecanismo a través del cual poder establecer un vínculo con su genio creador. La música, al igual que el arte pictórico, resultan ser, solamente, de los primeros medios en surgir en la historia de la humanidad.

En los años veinte, charlestón, blues y jazz, se convierten en reflejo de la espontaneidad y la improvisación.

Las manifestaciones más primarias de esa variante musical centraban la atención en los instrumentos con los que se producía el sonido, lentamente, acompañándolo, a través del tiempo, de pequeñas actuaciones o movimientos que surgían al compás de las notas musicales: los incipientes y aún no refinados videoclips musicales, que, en el siglo XXI, gozan de una fama más notable que la propia música que los contiene.

El periplo de la cultura musical se cierra sobre sí mismo en los mencionados videoclips, más atractivos para la gente joven que las propias letras o los acordes, y, por ello, también más factibles de generar una influencia en las nuevas generaciones.

Gina Kadamani y María Paula Bossa, en su obra Música a través de los años, hacen un recorrido por los diferentes géneros musicales más apreciados en las diferentes épocas.

Los años veinte son reconocidos por el aprecio al charlestón, el blues y el jazz, reflejo de la espontaneidad y la improvisación en el sureste estadounidense.

Con los años treinta, el gusto musical derivó en el swing, movimiento predominante después de la crisis económica de 1929, y cuya versión mainstream fue adoptada en Nueva York, con fuertes influencias de la tradición europea.

Años 50. Llega la revolución del rock’n’roll de la mano de icónicas figuras como Elvis Presley

En los años cuarenta, el ritmo cambia de nuevo. Los salones de baile comienzan a vaciarse con la Segunda Guerra Mundial, lo que llevaría a Frank Sinatra a organizar una revolución en el ámbito musical, poniendo de relieve algunos géneros como el rock’ n’ roll que llegarían a su punto culminante en la siguiente década.

Ya en los años cincuenta será cuando surge el hibridismo que dará lugar a los famosos videoclips actuales, al ponerse de moda las influencias de formas americanas de música a través de los diversos registros del cine. El mercado juvenil se verá llamado a escena en el momento en el que el rock’ n’ roll aparece en los escenarios de la mano de Elvis Presley, quien influirá en las nuevas generaciones de los años sesenta.

Con la cultura hippie aparece el primer éxito de los Beatles, contribuyendo a acrecentar la demanda del mercado en las generaciones más jóvenes.

Los setenta, por otro lado, fueron la eclosión de un variado conjunto de géneros musicales: el punk, la música disco, el pop, el heavy metal, el rock, el reggae y el glam rock fueron solo algunos de los numerosos ejemplos que colonizarían los escenarios de la época.

Grupos tan conocidos como The Rolling Stones, Queen, ACDC, Los suaves o Guns n roses protagonizaron la escena de los años ochenta, en los que los géneros suburbanos, la música disco y los instrumentos electrónicos fueron clave en el desarrollo musical.

La década de los 80 estuvo marcada por una gran variedad de géneros que marcaron la escena de los mismos, incluida la música disco y la música electrónica.

Durante los años noventa y principios de los dos mil, el pop fue el género preferido por el público, comenzando los videoclips a tener una gran importancia en la comercialización y distribución masiva de los nuevos éxitos. Los vídeos eran brillantes y festivos, llenos de coches llamativos, grandes fiestas clandestinas, avenidas amplias y chicas guapas con camisetas de tirantes y pantalones de tiro excesivamente bajo. La llamada al consumo de drogas y alcohol continuaba, ahora de una manera mucho más gráfica que a través de las letras provocadoras de la multitud de canciones de punk de los años ochenta que incitaba al consumo de sustancias. 

Con la llegada de los dos mil, el mercado musical se diversifica en numerosas subcorrientes dentro de los géneros más destacados, con múltiples artistas sonando de fondo en los lugares de copas habituales, las tiendas de ropa o, incluso, en supermercados. Asimismo, la demanda del público producida por una sociedad de consumo, deja a los artistas una vía idónea para la promoción de sus nuevos álbumes: los videoclips. Todos los nuevos sencillos se acompañan de un vídeo promocional sensacionalista con los vocalistas en primer plano, prescindiendo, en muchos casos, de contar una historia a través de las imágenes, centrándose, solamente, en aquellos aspectos más promocionales. En este momento es donde comienzan a aparecer más mujeres dentro de los vídeos de las canciones pop del momento, rodeadas de los cantantes de los grupos, exhibiéndose como un reclamo para los espectadores: cuerpos bonitos en bikini en las playas, con ropa de fiesta en un club o en minifaldas encima de un coche deportivo.

Los cantantes indies decidieron tomar un rumbo diferente en sus videoclips, de manera similar a como lo hicieron también los grupos de rock. Con temáticas más cercanas al mundo del subconsciente y de la psique o de la rebelión y la protesta social, las mujeres de los vídeos promocionales solían presentar un aire enfermizo, melancólico o nostálgico, más propenso a crear un aura determinada que a incitar a la sexualidad.

El cambio definitivo en la percepción de la mujer llegó con el mundo del reggaetón. Tanto hombres como mujeres artistas tomaron un camino que, en la actualidad, ha influido en las generaciones más jóvenes, puesto que tanto sus temáticas como sus videoclips se encuentran orientados a este sector de la población.

La normalización de las temáticas demasiado sensuales de ciertos vídeos promocionales se ha vuelto tan estándar que ha dejado de contemplarse desde una cierta distancia. Mientras que los primeros videoclips en los que aparecían mujeres sexualizadas se limitaban a su apariencia física y a ciertas prendas de ropa que resultaban más atractivas desde una percepción masculina (camisetas cortas, minifaldas, vestidos, etc.), en la actualidad la sexualidad dentro de este tipo de contenido se ha vuelto viral: las mujeres aparecen con cada vez menos ropa e incluso algunas artistas optan por esta alternativa para promocionar sus discos.

La manera en la que se aprecia a la mujer ha dado un giro de ciento ochenta grados: la liberación de la mujer está pasando por la exposición de su cuerpo desnudo. La cosificación se ha anulado desde la perspectiva femenina. Se busca el glamour del físico a expensas de la música o de la letra de las canciones. La mujer poderosa, la que triunfa, es la que puede y sabe cómo exponer su cuerpo. Parece que la melodía de la voz, la ingeniosidad de las letras o la destreza en la composición ha pasado de moda.

¿Estaremos optando las mujeres por el mejor camino por medio de la anulación de la opresión sobre el cuerpo femenino? ¿Es esta nueva forma de entender la música desde la sensualidad una forma de encontrar nuestra propia voz?


Irene Fidalgo López, es una joven escritora que tras estudiar el grado en Lengua española y su literatura en la facultad de León, actualmente se encuentra cursando un Máster en Formación del profesorado. Su interés por la literatura de lo insólito la ha llevado a colaborar en las residencias de verano con el grupo GEIG de literatura de la universidad de León.

Interesada por la lectura y escritura desde una edad temprana, comenzó su andadura por el mundo literario de su ciudad natal recitando en el Ágora de la Poesía y uniéndose posteriormente al joven colectivo #PLATAFORMA, con quienes ha participado en diversas performances poéticas y en publicaciones colectivas. Además ha participado también en las antologías colectivas de escritoras leonesas dedicadas, con motivo del 8 de marzo, a diversas escritoras como Josefina Aldecoa (2019) Alfonsa de la Torre (2020) Manuela López García (2021), así como en diversos encuentros como Escritores por Ciudad Juárez – León o la celebración del Día de las Escritoras, también en León.

Cuenta en su haber con el poemario Tiempo en calma con la editorial Mariposa Ediciones. 

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