EL SÍ DE LAS NIÑAS (Y NO ES UNA COMEDIA). Por Mara Amo

Sección: CON VOZ Y VOTO. Escriben nuestras jóvenes

Miércoles, 20 de marzo. 2024

Una joven de 16 años es obligada a casarse con un hombre de casi 60 por orden de su madre. Ese es el conflicto principal, además del amor que la misma joven le profesa al sobrino de su prometido, de la obra de teatro El sí de las niñas, del dramaturgo Leandro Fernández de Moratín, que se representó por primera vez en Madrid, en 1806, y que unos años después fue prohibida por la Inquisición por el polémico tema que trata: el de los matrimonios concertados e infantiles, habituales en aquella época. En la actualidad, podría parecernos enteramente ficción, pero esa no es la realidad. Se estima que al año se casan 12 millones de niñas, lo que equivale a 28 niñas por minuto. ¿Se imagina usted a su hija, nieta o sobrina en el altar junto a un anciano? Estremecedor, ¿cierto? Pues así se ven limitadas las vidas de millones de niñas en todo el mundo.

En primer lugar, debemos distinguir entre matrimonio forzado, matrimonio infantil y precoz. Aunque suelen ir de la mano, hay ligeras diferencias. Un matrimonio forzado se produce cuando una o ambas partes no desean llevar a cabo la unión pero, por imposición social y parental, en la mayoría de las ocasiones, termina sucediendo. En estos casos, lo determinante es la voluntad de los prometidos, no sus edades, no como en los matrimonios infantiles y precoces. Los primeros se producen cuando uno de los prometidos (normalmente, la prometida) tiene menos de 18 años. En los matrimonios precoces uno de los cónyuges tiene menos de 15 años de edad. Los matrimonios infantiles y precoces se consideran, por defecto, forzados, ya que un menor de edad no puede dar un consentimiento legítimo para contraer matrimonio, por lo que se considera que su decisión, su conformidad, está influenciada. A pesar de que esta práctica se prohíbe en la mayoría de países de todo el mundo, en países subdesarrollados el 36% de las niñas se casan antes de la mayoría de edad y el 10%, antes de los 15 años, según el UNFPA.

(Aunque en la mayoría de los casos son niñas las que contraen el matrimonio con hombres mayores, un 3,8 de los niños también son forzados a ello, una cifra mucho menor respecto a la de las niñas pero que hay que considerar igualmente)

¿Por qué se da sobre todo en zonas de poco desarrollo? Aparte de por la concepción de la mujer como un mero objeto y los roles de género, mucho más arraigados que en países desarrollados, la principal causa de estos matrimonios es la pobreza. Las familias de las niñas que son ofrecidas para contraer matrimonio no solo pueden asegurar así su situación económica, ya que en muchos casos el futuro marido le ofrece dinero o ganado al padre para que le dé la mano de su hija, sino asentar también el futuro de la niña junto a un hombre que tenga poder adquisitivo. En esto influye asimismo la educación. Las niñas que reciben educación en escuelas tienen menos posibilidades de ser forzadas a casarse, por ello con la crisis del COVID-19 y la suspensión de las clases, además de la recesión económica y la pérdida de empleos, se dieron muchos más casos de matrimonios infantiles. Otra causa a mencionar es la de conflictos armados o desplazamientos forzados, que hacen que incluso las propias niñas decidan casarse para poder salvaguardar la vida y protegerse de la violencia sexual. Por último, otro importante factor es el de la visión patriarcal de la maternidad y del papel de la mujer respecto a la familia. El matrimonio infantil suele ser la respuesta a embarazos inesperados, ya que para esas sociedades con una religión tan arraigada no se concibe la sexualidad fuera del matrimonio, que es la única forma de ejercer sus derechos sexuales.

Desgraciadamente, incluso aunque el matrimonio sea infantil pero no forzoso (que son casos que también se dan, lo que demuestra el pensamiento patriarcal que todavía impera en muchas sociedades), estas uniones tienen consecuencias devastadoras para las niñas. Cuando se casan dejan de recibir una educación, ya que son destinadas a los cuidados del hogar y a la crianza de los hijos. Además, las relaciones son abusivas y de poder en la mayoría de los casos, ya que la mujer está supeditada a las decisiones de su marido, lo que influye asimismo en su salud mental. Por si fuera poco, son comunes también las enfermedades de transmisión sexual y los embarazos mortales a tan temprana edad.

Niña casada a los 11 años alimentando a su hijo de 2 años en Guatemala

Aunque todo esto nos parezca una realidad lejana, propia de zonas subdesarrolladas, también se produce en países como Reino Unido y Estados Unidos, así como en España. Las cifras no son muy claras, pero conocemos que Cataluña es la comunidad autónoma que más casos registra. Las fuerzas de seguridad del Estado y distintas organizaciones piden atención en los centros educativos y respecto a las desapariciones de menores, ya que puede ser un indicio de que huyen del matrimonio al que son forzadas y de sus familias. También aseguran que, en algunas ocasiones, algunas mujeres que acuden a denunciar malos tratos por parte de sus maridos no son conscientes de que han sido también víctimas de un matrimonio forzado.

Uno de los casos que más repercusión ha tenido en España ha sido el de Arooj y Anisa, dos chicas pakistaníes, de 20 y 24 años respectivamente, que en 2022 fueron asesinadas por sus hermanos y sus maridos, con los que habían sido forzadas a casarse. Las engañaron, les hicieron creer que viajaban a Gurjat, su ciudad natal, de vacaciones, cuando en realidad sus maridos pretendían retenerlas en el país. Ellas les pidieron el divorcio, quisieron poner fin a sus matrimonios y por ello acabaron con sus vidas en un «asesinato de honor», como alegó la familia en declaraciones posteriores.  Para prevenir estos casos, la actuación de las embajadas es fundamental, así como de la Justicia. El matrimonio forzado e infantil conlleva una pena de 6 meses a 3 años y 6 meses en prisión en la mayoría de los países europeos, pues además este fenómeno es considerado por defecto como una forma de trata de personas y esclavitud. Eso en el mejor de los casos, pues en otros, como en este, ha desembocado en muertes.

Arooj y Anisa, que nunca más podrán sonreírle a una cámara

Otro de los casos más recientes es el de Malika y Naima, dos hermanas de nacionalidad española y de origen marroquí que también fueron engañadas y llevadas a Marruecos para contraer matrimonio con desconocidos, pero ellas lograron contactar a través de una amiga con una entidad especializada y huyeron de sus familias, por lo que sobrevivieron.

Como se ha podido comprobar, en ambas ocasiones el origen de las víctimas no era español. De aquí es de donde surge la polémica, pues muchas personas creen que la sociedad española no tiene responsabilidad alguna en esos casos y estamos libres de los matrimonios infantiles o forzados. Es cierto, estamos más concienciados y no es algo común en nuestra sociedad, pero aún así las niñas no están exentas de peligro. Además, si sucede en nuestro país, si esa trata se produce dentro de nuestras fronteras somos igual de responsables, pues el delito se está cometiendo en el territorio nacional y son las autoridades españolas las que tienen que hacerse cargo de los culpables, por lo que no es razonable culpar a la inmigración: si se produce en nuestro país, proceda el delito de quien proceda, en parte nos incumbe y nos señala como sociedad. 

Todos los niños y niñas, sean de la nacionalidad que sean, deberían ser libres y no forzados a contraer matrimonio, sino que este sea una decisión en la adultez, una elección propia y no determinada por las familias. Es desolador que la niñez se vea acabada y despreciada, que a tempranas edades se tomen cargos y roles que determinen la vida entera. Todo niño debe tener el derecho de disfrutar de su infancia y el matrimonio infantil y forzado continuará siendo una lacra que nos impida ser una sociedad justa.


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