DE MUJERES, FÉMINAS Y HEMBRAS (2). Por Margarita Álvarez Rguez.

Sección: Palabra de mujer

Martes, 14 de noviembre. 2023

Después de hablar en el artículo anterior del tratamiento del vocablo  mujer dentro del idioma español, en este hablaremos de otras palabras que también se usan como sinónimos de mujer. Entre esas palabras está fémina, cultismo que procede del latín, femǐna.  Por evolución ha dado  la palabra patrimonial hembra, a través de fembra, que también se usa a veces para designar a la mujer. Nos ceñiremos aquí a la palabra fémina y sus derivados.

«Fémina», derivada de una raíz indoeuropea que significa «amamantar».

            La palabra fémina  procede de una raíz indoeuropea que significa “amamantar”. De la misma raíz proceden los vocablos filius (el que ha sido amantado) y fetus. Y, asimismo, feminismo, feminista, feminidad, feminicidio, feminizar, feminoide, afeminado…  Algunas de ellas con carga bastante peyorativa, como afeminado o feminoide, ambas referidas a varones que presentan rasgos femeninos.  Eso ocurre también  con la valoración que hacen algunos hablantes de la palabra feminista, usada en plural y con artículo: las feministas. Con esta palabra algunas personas presentan a las mujeres que defienden el feminismo como representantes de una ideología  radicalizada que ataca a los hombres en su conjunto. Y no olvidemos la palabra, referida a este asunto, más  dura y con carga más peyorativa: feminazi (feminista+nazi). Este término surgió en EEUU, cuando algunos antifeministas comparaban el derecho al aborto con el Holocausto.  Lo creó  Rush Limbaugh en el libro La forma en que las cosas deberían ser.

            En España, en el año 2018, se desató una polémica sociolingüística, cuando la Real Academia Española, en las redes sociales,  resolvió la duda de un usuario que preguntaba sobre  esa palabra y la  definió así: “La voz feminazi (acrónimo de feminista y nazi) se utiliza con intención despectiva, con el  sentido de feminista radicalizada”. Llovieron las críticas del movimiento  feminista, porque creían que la  Real Academia Española “bendecía” el uso de esta palabra, y también las de aquellos hablantes que, en sentido contrario, consideraban que, si la palabra existe, debe estar en el diccionario. Mirado el asunto de forma objetiva, la RAE no tomaba partido por nadie, se limitaba a definir un neologismo del idioma, como así explicó la propia institución. Lo cierto es que hasta el momento, la palabra feminazi no ha entrado en el Diccionario de la Lengua Española (DLE), sin embargo, sí lo ha hecho la palabra sororidad que generaba también alguna polémica por las mismas fechas.

Santa Teresa, una «fémina» desprestigiada por el propio Papa.

            La palabra fémina se puede usar como variante culta de mujer o adoptar una connotación  despectiva. Se usa más en plural: las féminas, para  referirse a todas las mujeres, aunque, si nos atuviéramos a su etimología, excluiría  a todas las que no han  amamantado. Recordemos que santa Teresa de Jesús fue calificada por el nuncio del papa de “fémina inquieta, andariega, desobediente i contumaz, que a título de devoción inventaba malas dotrinas”.  Viendo los términos que acompañan a la palabra  fémina  en esa descripción, es fácil deducir que la palabra fémina tenía connotaciones negativas. En el ámbito del periodismo deportivo se usa, con frecuencia, para referirse a las deportistas, a las que se las llama las féminas, las niñas, las chicas, las mujeres…expresiones que manifiestan sexismo social, pues a los deportistas no se les califica con expresiones simétricas. También se habla del deporte femenino cuando se refieren al practicado por mujeres en una disciplina deportiva en que también están presentes los hombres, no así, a la inversa, se habla de deporte masculino para el practicado por los hombres. Es más, cuando la palabra deporte no lleva calificativo, se entiende que se habla de deporte masculino, por tanto, el femenino queda invisibilizado si no hay una referencia expresa a la mujer.  También en el mundo deportivo se habla a veces de deportes femeninos ─apropiados específicamente para la mujer─, deportes que destacan la belleza  y la sensibilidad femeninas. En realidad,  deporte solo hay uno, que no necesita calificativos: el deporte. Otra cosa sería hablar, por ejemplo, de categoría masculina y femenina, dentro de una misma especialidad deportiva.

            Dentro de los derivados de  fémina, está feminicidio ─ de femini: mujer+cidio: matar─,  que la RAE define así: “Asesinato de una mujer a manos de un hombre por machismo o misoginia”. Si la violencia de género desembocara siempre en la muerte de la mujer,  sería muy adecuado etimológicamente usar la palabra  feminicidio para denominar a ese asesinato, pero no abarcaría los casos de violencia física o verbal sin resultado de muerte. También se podría usar la palabra, de origen griego, uxoricido, aunque tendría un significado más restringido: “Muerte causada a la mujer por su marido”. Pero los tentáculos del machismo son tan largos que es difícil buscar la palabra exacta para  cada comportamiento o para cada expresión que rezuma misoginia o que incluso justifica la violencia, como este refrán tradicional:   A la mujer y a la burra, cada día una zurra.

            Sin duda,  la expresión que ha triunfado  para designar esa lacra de la cultura machista de que es víctima la mujer ─la violencia de género─,  es un calco léxico del inglés gender violence. Hoy está asentada  firmemente  en el idioma y en la sociedad, pero, en su origen,  no dejaba de ser  una  expresión  confusa e imprecisa, pues hablaba de género, sin especificar cuál, y no de violencia ligada al  sexo.

            En la sociedad actual lo feminizado también presenta connotaciones peyorativas o se infravalora, especialmente en el mundo laboral.  Así, se habla de trabajos feminizados, como ocurre con los niveles educativos más bajos, con la sanidad, la limpieza, el cuidado de ancianos… A medida que se feminiza un sector laboral parece que va perdiendo  reconocimiento social. Suelen ser trabajos que se consideran más “apropiados” para la mujer, porque en ellos   está más presente el  lado humano.

            No es raro, aunque parezca algo sorprendente, que en conversaciones entre mujeres se  critique a una tercera para decir de ella que es poco femenina, como si lo femenino fuera un estándar determinado que debiera cumplir toda mujer o estuviera constituido por el eterno femenino, un conjunto de características permanentes e inmutables de la psicología femenina.

            Además de mujer y de fémina, hay otra palabra que también a veces se identifica con mujer, con frecuencia, con sentido despectivo: hembra. Sobre el uso de la palabra hembra, como equivalente a mujer,  sus derivados léxicos y su consideración social, hablaremos en el próximo artículo. Aquí, en Palabra de mujer.


Margarita Álvarez Rodríguez, esta lingüista y profesora nacida en la localidad omañesa de Paladín (León), se licenció en Filología Románica por la Universidad de Oviedo, tras lo cual ha ejercido de profesora de Lengua y Literatura en Madrid durante cuarenta años, sin olvidar su faceta de investigadora, escritora y divulgadora siempre en relación con las palabras. Ha publicado , en distintos medios, muchos artículos, y también pronunciado conferencias tanto sobre el castellano como sobre el leonés, en los que refleja las peculiaridades de la lengua coloquial, en un tono ameno y con finalidad divulgativa. Esa faceta también la ha dejado plasmada en publicaciones como El habla tradicional de la Omaña Baja (2010), un estudio filológico sobre el habla de esta comarca leonesa, o, más recientemente, Palabras hilvanadas: el lenguaje del menosprecio (Ediciones del Lobo Sapiens, 2021), un libro que debería estar en las bibliotecas de todas las casas.

Podéis conocer más de sus escritos en su blog http://www.larecolusademar.com/

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