ACERCAMIENTO A ALFONSA DE LA TORRE, primera mujer Premio Nal. de Poesía. Por Mercedes G. Rojo

Miscelánea en rojo

Miércoles, 31 de mayo. 2023

Hoy quiero dedicar esta Miscelánea  a la primera mujer en conseguir el Premio Nacional de Poesía de nuestro país, la olvidada Alfonsa de la Torre. En un momento en el que parece que las mujeres empiezan a ser reconocidas dentro del panorama internacional poético, también a la hora de recoger merecidos premios por sus obras, es casi una obligación por nuestra parte tener este recuerdo hacia ella, como ya lo hicimos en 2020, dedicándole un sentido homenaje por parte de un buen número de escritoras leonesas que desde 2018 estamos empeñadas en el reconocimiento de aquellas que con anterioridad nos han ido abriendo las puertas de un camino en el que siempre hemos encontrado más dificultades para destacar y ser reconocidas, no porque no lo mereciéramos sino porque las estructuras y cánones patriarcales por los que se ha movido nuestra sociedad (y aún sigue haciéndolo en tantos casos) así lo ha decidido.

El texto que les comparto a continuación  está extractado del prólogo de la publicación Descubriendo a Alfonsa de la Torre, entre la mística y el feminismo. Homenaje  escritoras leonesas 2020, realizada con motivo del homenaje al que ya he aludido anteriormente. Deseo que lo disfruten.

Poemario con el que alcanzó el Premio Nacional de Poesía

                Corría el mes de marzo de 2010 cuando llegaba a Astorga, lugar donde yo trabajaba entonces, Jesús González de la Torre. Venía a descubrirnos la figura y obra de Alfonsa de la Torre (su tía), excelente poeta española “nacida en Cuéllar en 1915 y que en los años cincuenta recibió encendidos elogios de poetas como Dámaso Alonso y Gerardo Diego”. Como ellos años antes, fue ganadora del Premio Nacional de Poesía (1951) por su poemario Oratorio  de San Bernardino; la primera mujer en obtener este preciado galardón en la historia del premio,  y la única hasta Carmen Conde diecisiete años después; la primera de un total de diez de entre setenta y dos galardones y, salvo ellas, ya todas comenzado el siglo XXI.

                Aquella presentación giró en torno a una particular biografía que Jesús González de la Torre había escrito sobre ella, enlazando recuerdos, vivencias, testimonios diversos, reflexiones,…, conjugados con fragmentos de sus versos. Consiguió despertar en la mayoría de quienes allí estábamos un vivo interés tanto por la obra como por la persona de esta magnífica poeta, sin llegar a entender, ante su calidad, por qué el silencio se había extendido sobre ella a partir de los años sesenta, si bien es cierto que si su originalidad poética chocó una y otra vez con los criterios dominantes de los años cuarenta y cincuenta en los que desarrolló gran parte de su obra, también lo hizo su propia vida y su personal búsqueda vital.

                Alfonsa de la Torre (Cuéllar, 1915 – 1993)se destacó por ser una defensora a ultranza de la soledad y del mundo de la mujer. Su poesía, que era para ella una forma de conocimiento, “fue adentrándose en un misticismo esotérico que la une a las más grandes figuras del Modernismo en su reivindicación de la figura de la mujer heterodoxa”. Aquella ocasión fue todo un descubrimiento para conocerla a través de sus versos, sentirla en cada una de sus palabras, impregnarnos de su soledad pero también de su pasión por los viajes, de su curiosidad por otras culturas, por otros sentires, por otras lenguas,…, que la hicieron tal como fue para hacernos el hermoso regalo de sus palabras, aunque muchas de ellas se hayan perdido tal vez para siempre. Ese descubrimiento me incitó a leerla más, a conocerla en mayor profundidad y a contagiar de dicha inquietud a otras personas a mi alrededor;  y así la propuse para el homenaje que en marzo, y desde 2018, un nutrido grupo de escritoras leonesas realizamos  hacia alguna predecesora  por estos caminos literarios.  Es curioso contemplar como a veces –y sin haberlo premeditado- se van creando redes que unen a unas elegidas con otras. En 2018 comenzamos con Concha Espina conectada con Josefina Aldecoa (2019)  en el hecho de haber compartido lugar de retiro.  Alfonsa de la Torre lo estará también con Concha a través de la ceguera, una circunstancia  que si a ésta le llegó al final de su vida, sufre  Alfonsa de forma temporal en sus primeros años, marcándola hacia el ejercicio de la literatura.  Su pasión por lo rural, por la naturaleza en la que todas ellas encontraban respiro e inspiración, serán también elementos en común entre las tres, aún cuando todas hayan discurrido por caminos literarios bien diferentes.

Dibujo retrato de Alfonsa de la Torre

                Alfonsa pierde temprana y temporalmente la vista (de los tres a los seis años) a causa de una enfermedad, circunstancia que obliga a sus padres a trasladarse junto a ella a una propiedad familiar repleta de vegetación y animales exóticos para que pueda recuperarse (“La Charca”, el mismo lugar en el que se donde también se recluirá voluntariamente años más tarde). Allí se despierta su fantasía y  una pequeña Alfonsa comienza a dictarle versos a su madre que los irá recogiendo en un cuaderno. Más tarde se convertirá en una destacada poeta que en los años cincuenta recibirá encendidos elogios de escritores y otros destacados miembros de la sociedad del momento. 

                Durante sus años de carrera en Madrid, en la Residencia de señoritas, se codea con el grupo de mujeres que hoy conocemos como las Sinsombrero, que luchaban por afianzar la libertad de la mujer y por codearse de tú a tú con los creadores del momento. Como otras jóvenes, Alfonsa las toma como referente y pronto decide seguir adelante con su vocación, a pesar de la incomprensión que despertó en su entorno y en su ámbito social de provincias. Viajó mucho, vivió sola y se dedicó a hacer lo que verdaderamente le gustaba: dedicarse al arte.

Portada de Égloga, otro de sus poemarios esenciales.

                De ella dirían que era “poseedora de una voz que atrapa y deslumbra al lector por la riqueza del lenguaje, por el juego de sus creativas imágenes que pone al servicio de una obsesiva y luminosa búsqueda de la belleza”. Su poesía destila emoción y una total entrega que logra atrapar fácilmente a quien la lee. Muy por encima de la poesía que se escribe en el momento, su obra va evolucionando al ritmo de su vida, muy atípica para entonces, con una permanente actitud de independencia y una enorme originalidad en la forma de ver la vida y la poesía, en la que la presencia de la mujer, y su defensa, se hará esencial. En ambos aspectos podemos conseguir un primer acercamiento a través  de la lectura del libro escrito por Jesús González de la Torre, Vida de Alfonsa de la Torre, en el que analiza esa íntima relación entre vida y obra, en torno a sus tres poemarios esenciales: Égloga, Oratorio de San Bernardino  y Plazuela de las desobediencias.  Esta biografía fue la primera publicada como tal, al margen de algunos estudios previos de su obra; luego han venido otros que nos han permitido conocerla un poco mejor, algunos haciendo hincapié en cómo su poesía presenta a menudo, poetizados, modelos femeninos abiertamente enfrentados al orden paternal.

                Recientemente se ha recuperado su Obra poética (la publicada porque el resto sigue perdida) y más recientemente aún una de sus obras teatrales,  Cierva acosada. Leer ésta, pone de relieve la actualidad de un tema que ya preocupaba en su momento a la autora, ese acoso permanente a la mujer, a su libertad, al respeto de sus deseos y de sus derechos que desgraciadamente están aún hoy en día  (o de nuevo) tan de actualidad.

                La obra de Alfonsa de la Torre, por deseo propio, debería haberse custodiado en una fundación con su nombre, junto a su biblioteca y otras pertenencias; pero  una difícil relación fraternal derivó, a su muerte, en el desguace de la primera y  la desaparición de sus escritos que “terminarían en librerías de lance, anticuarios, destruidas o escondidas”. Afortunadamente algunas comienzan poco a poco a recuperarse. 

                Para cerrar esta  reflexión sobre Alfonsa de Torre, primera mujer galardonada con el Nacional de Poesía, como muestra,  unos versos del poema Irrumpieron los ángeles, de su Oratorio de San Bernardino:

Venían de las olas, 
de las aguas primeras creadas con plegarias, 
de los mares proféticos latiendo entre los montes, 
de los ojos sagrados con pestañas de hierba…

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