ALQUILER DE CASAS, DE COCHES… Y DE VIENTRES. Por Mara Amo

Sección: CON VOZ Y VOTO. Escriben nuestras jóvenes

Miércoles, 12 de junio. 2024

Al igual que se alquila una casa o un coche, podemos alquilar un vientre. La demanda de los vientres de alquiler se encuentra en su máximo esplendor desde hace una década: se estima que esta práctica aumenta un 25% cada año. Mientras que algunos ven la gestación subrogada como una oportunidad para las parejas no gestantes de tener un hijo biológico, otros nos planteamos hasta qué punto esta práctica es ética. ¿Los vientres de alquiler son una amenaza para la integridad moral de las mujeres o tan solo una simple transacción?

La gestación subrogada es un método de reproducción asistida donde la mujer que gesta al bebé no terminará siendo la madre del mismo. Con un contrato previamente firmado donde la gestante se compromete a renunciar a su maternidad, se aportan los óvulos y espermatozoides de la pareja que demanda el bebé, para que así sea biológico, y, si no es posible, de donantes (en caso, por ejemplo, de que los “compradores” sean una pareja homosexual). Así, esta práctica se divide en dos tipos: la gestación  subrogada tradicional, donde la gestante aporta también su propia carga genética y el embarazo se lleva a cabo a través de la inseminación artificial, y la gestación subrogada completa, donde la gestante no cede sus óvulos, sino la futura madre o una donante. Este último tipo es el más recurrente, ya que se procura que la gestante tenga una implicación mínima.

Múltiples famosos han sido padres por gestación subrogada, como Ricky Martin, Miguel Bosé o Paris Hilton.

Esta práctica está completamente prohibida en España, ya que la ley establece que la madre legal de un bebé es quien da a luz, así como en muchos otros países europeos como Francia, Italia y Alemania. Por ello, quien desee tener un hijo mediante esta práctica tiene que hacerlo en otro país, como Estados Unidos, el destino por preferencia, y Ucrania, antes de la guerra. Entre ambos, desde 2010 hasta 2022, han constituido aproximadamente el 82% de las peticiones de nacionalidad española de niños nacidos por vientre de alquiler, pues aunque en España no sea legal esta práctica, sí que se permite inscribir a estos niños nacidos en el extranjero. De hecho, en 2022, de 249 solicitantes han sido aceptados 165, según el Ministerio de Asuntos Exteriores.

Pero, ¿quiénes demandan los vientres de alquiler? Suelen ser, en su mayoría, parejas homosexuales, parejas heterosexuales donde no sea posible la gestación o padres solteros. Hay otros casos, como el de Ana Obregón, que fue muy sonado en nuestro país, donde no se dan estas circunstancias. Pero lo que comparten todos los “padres de intención” (es decir, los que compran el bebé) es una gran suma de dinero. No todo el mundo puede permitirse solicitar esta práctica, pues llevarlo a cabo cuesta entre 35.000 y 150.000 euros, dependiendo del lugar. Estados Unidos es uno de los países con las tasas más elevadas, aunque es el más seguro y donde es más fácil este proceso. El precio mínimo allí es de 100.000 dólares, mientras que en Asia, en países como Tailandia y China, el bebé sale por el módico precio de unos 40.000 euros. Eso sí, si se es asiático, pues a los extranjeros les cobran mucho más. Este negocio mueve cada año unos 14.000 millones de dólares, y se estima que, para 2032, generará hasta 130.000 millones anuales. Todo un negocio. ¡Incluso hay ofertas especiales en el Black Friday!

Parte de la portada de la revista “Hola”, en el momento del polémico caso de Ana Obregón, que reavivó el debate en España acerca de la legalización de la gestación subrogada

 Un negocio para las agencias que administran esta práctica, por supuesto, pues para las gestantes, quienes implican su cuerpo y su vida para darle un bebé a otra familia, ni siquiera reciben la mitad de lo que pagan los padres de intención. La remuneración suele rondar entre los 6.000 y los 20.000 euros, dependiendo del país, además de que los padres de intención deben hacerse cargo de gastos médicos, la ropa para la embarazada… Pero la verdadera cuestión que debemos plantearnos aquí es cuál es el perfil de las madres gestantes. Con la gestación por sustitución, la maternidad se transforma en un trabajo remunerado y hace que nos cuestionemos ciertos puntos de vista controversiales.

En primer lugar, ¿qué constituye la gestación subrogada para la gestante en sí? Es sencillo alegar que cada cual es libre de hacer lo que le plazca con su cuerpo, pero ¿alguna vez se ha oído a una niña decir “yo, de mayor, quiero ser un vientre de alquiler”? Cada cual puede hacer lo que quiera con su cuerpo pero, en cuanto el contrato es firmado, la gestante pierde esta libertad, se le cosifica, haciéndola parecer un simple recipiente o un piso en la playa que podemos alquilar para ir de vacaciones. Las mujeres gestantes tienen escasos recursos económicos, pues ha de tenerse en cuenta también que la mayoría de países donde es lícita esta práctica no son Estados de bienestar, sino países emergentes o, como Estados Unidos, donde ni siquiera hay sanidad pública. Puede suponerse que nadie sin una imperiosa necesidad económica quiera, de forma altruista, cargar con un bebé durante nueve meses, sufrir el embarazo y todos sus posibles inconvenientes, además del parto, y después entregarlo a otra familia. No es un trabajo soñado y reduce a la mujer a su pleno sentido biológico de tener hijos, sin criarlos siquiera, y al bebé a un producto de mercado. La mejor forma de nombrar a la gestación subrogada es como explotación reproductiva.

Además de que en España es ilegal esta práctica, su publicidad en Internet también está prohibida, para no promoverla

(Además de que en España es ilegal esta práctica, su publicidad en Internet también está prohibida, para no promoverla.)

Esto, por supuesto, tiene ciertas consecuencias, de las que nunca se habla, pero que están ahí. Principalmente, el vínculo emocional inevitable que se crea entre la gestante y el bebé, independientemente de que la madre se prepare mentalmente para desprenderse del niño. La gestante puede atravesar un periodo de fuerte agresividad, como está comprobado en distintos mamíferos al arrebatarles sus crías, además de acentuarse su depresión posparto. Además de, por supuesto, las múltiples secuelas del embarazo, sumándole a eso que la mitad de estos bebés nacidos por gestación subrogada son por cesárea, por comodidad de los padres de intención. Y, si nos centramos en el bebé, sufre la “herida primal”, que, según el neonatólogo Nils Bergman, es que lo separen de su madre, pues sus mecanismos neurohormonales están hechos para, justo después de nacer, reconocer a su madre, olerla e iniciar la lactancia. Ibone Olza, psiquiatra, afirma que estos niños pueden “sufrir secuelas psíquicas y dificultades para los vínculos afectivos el resto de sus vidas”.

Además, hay que preguntarse también qué consecuencias tiene el auge de este tipo de reproducción asistida en la adopción. Aparte de la devaluación de la maternidad y su carencia de sentido emocional con esta práctica, se produce una devaluación de la adopción, pues si las parejas que no pueden tener hijos deciden llevar a cabo un proceso de gestación subrogada, cada vez más huérfanos perderán la oportunidad de tener una familia y llevar una vida plena y de bienestar.

Solo un 2% de los casos de gestación subrogada en todo el mundo se realizan de forma altruista.

Con esto último llegamos al punto álgido oculto de la causa de esta práctica: el capitalismo. Muchas parejas alegan que ser padres es un derecho, que todo el mundo debería poder tener hijos biológicos, y que mediante la gestación por sustitución es factible. Sin embargo, todo esto no es más que un pensamiento irracional y capitalista, pues estamos confundiendo un deseo con un derecho. Si por cuestiones biológicas ciertas personas o parejas no pueden tener hijos de sus propios genes, ¿por qué entonces alterar la naturaleza y arrebatarle a una madre biológica el hijo que debería criar? Tener un bebé cuesta, en la sociedad del siglo XXI, la riqueza acumulada o dos elevados salarios.

En conclusión, deberíamos cuestionarnos más eso que damos por hecho. Aunque casi un 60% de los españoles esté de acuerdo en legalizar esta práctica en el país, desde una perspectiva ética no es correcto, por las consecuencias que puede tener tanto en la gestante como en el bebé, y por el control que el capitalismo comienza a tener en los cuerpos de las personas, especialmente de las mujeres, tanto en el caso de la prostitución como en el caso de la gestación subrogada, en la que a una mujer se la alquila.


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