Sección: En FemeNILO
Miércoles, 1 de febrero. 2023
Embarazo
Los egipcios poseían conocimientos de medicina que reflejaron en papiros que nos muestran su saber sobre la anatomía, enfermedades y tratamientos. De estos papiros y para el tema que nos ocupa, destacan el Papiro Kahoun, texto médico egipcio más antiguo conocido que es a su vez el primer tratado de ginecología (1900 a.C.) y el Papiro Ebers (1550 a.C) uno de los más interesantes y de gran fama en su época. Tenían ciertos métodos anticonceptivos, de los que ya hemos escrito en artículos anteriores, y tenían claro cómo se producía la concepción cuando estos no eran tomados o fallaban. Por ello, desarrollaron un método para averiguar si una mujer estaba embaraza en estados tempranos del mismo: se realizaba vertiendo orina de la mujer sobre una mezcla de trigo y cebada con arena y dátil, si llegaban a germinar estaba embarazada, lo que tiene fundamento real en los efectos de la hormona hCG y puede resultar efectivo.
Para una sociedad como la del Antiguo Egipto, la fertilidad era una virtud importantísima dentro del matrimonio, por ello recogieron en tratados las posibles patologías y soluciones a la infertilidad, que trataban a través de la medicina con terapias de todo tipo como introducción en la vagina de dátiles, masajear el vientre de la mujer con sangre menstrual y por supuesto, todos estos tratamientos también incluían las súplicas y rezos a los dioses pues era considerado una maldición el no poder engendrar. La fertilidad femenina fue asociada a la fertilidad de la propia tierra, mostrando también su importancia para el desarrollo en una sociedad que conlleva el crecimiento de la población.
Desarrollaron la ginecología todo lo que su experimentación y recursos les permitieron y mostraron gran interés por el conocimiento del proceso de la vida, pero nos ha llegado poca información sobre su conocimiento de ello. No obstante, sí sabemos que, debido a que tanto la mortalidad infantil como los abortos naturales eran muy elevados, las embarazadas usaban muchos amuletos y se encomendaban a las diosas relacionadas con la maternidad. Recogieron algunas de esas patologías que complicaban el embarazo y recurrían a ritos que creían espantaban los peligros como trenzar el cabello de la embarazada, si bien es cierto que no había un reposo en el embarazo y que continuaban con sus actividades habituales hasta el parto, lo que seguramente agravaba muchas de esas complicaciones.
El parto
El parto era llevado a cabo en el hogar de la propia parturienta y el lugar concreto era llamado “pabellón de nacimiento” y solía encontrase en el jardín o el tejado de la casa; este, además, había sido preparado con tapices, cojines y todos los utensilios necesarios para el parto. En el momento del mismo la mujer se colocaba de cuclillas o agachada de rodillas, posición más fisiológica para este proceso, y sobre una silla de partos realizada con cuatro adobes, que habían sido decorados con anterioridad. Estos adobes se consideraron sagrados, y hasta se llegó a personalizarlos y endiosarlos al convertirlos en las cuatro diosas Mesjenet. Es muy frecuente ver escenas de parto en los relieves y dibujos egipcios en los que se aprecia a la mujer de cuclillas o de rodillas en el trabajo de parto, a veces con el bebé asomando ya su cabeza entre las piernas. Incluso existe un jeroglífico que representa este momento.
El parto era considerado muy peligroso por lo que la protección debía duplicarse tanto en las manos de las comadronas como, por supuesto, a través de amuletos, ritos y rezos que eran necesarios para asegurar la protección divina tanto a la madre como al recién nacido.
A través de papiros médicos, se conocen los procedimientos empleados para acelerar o provocar un parto difícil; por ejemplo, durante el trabajo del parto era cubierto el vientre de la mujer con vendajes realizados de caña que presionaban el abdomen para ayudar a la expulsión del bebé, además de verter aceite tibio para ayudar a la expulsión de la placenta. Siempre, todas estas acciones de las matronas se combinaban con la parte mágica y es aquí donde aparecen unos marfiles con forma de media luna, decorados con animales terribles como cocodrilos y serpientes, cuya función era espantar a los malos espíritus y proteger a madre e hijo.
El dios Bes presidía la escena y estaban presentes diosas como Hathor, Heket, Neith, Bastet e Isis, todas relacionadas de alguna manera con la maternidad. Entre las diosas más significativas a las que se imploraba se encontraba la diosa Taweret, diosa de la fertilidad y la protectora de las embarazadas, que se representaba como una hembra de hipopótamo con garras de león, cola de cocodrilo, pecho y, en muchas ocasiones, embarazada; además, su relación con el agua la vinculaba al momento en que la mujer rompe aguas.
Se sabe que la ley permitía sacar al feto cuando la madre moría durante el embarazo; con un incisión en el abdomen, comenzaron a practicar las primeras cesáreas post mortem. También realizaban suturas cuando se producían desgarros, seguramente menos de los actuales dada la tan propicia postura que usaban para el parto.
Se usaba cerveza para embriagar a la parturienta y polvo de azafrán para masajearla y así ayudar a soportar los dolores del parto.
Al acabar el trabajo de parto el bebé era recogido en sus manos por las comadronas y el cordón umbilical se cortaba con un cuchillo especial llamado peseshkef que tenía forma de cola de pez y que sería utilizado también en el llamado ritual de la apertura de la boca (ritual de resurrección realizado sobre las momias).
Después del parto
Tras el parto los miedos continuaban, puesto que la mortalidad de los pequeños era muy alta debido principalmente a la propagación de enfermedades e infecciones, agravadas por la falta de una higiene adecuada. Al nacer observaban al neonato atentamente, su expresión, su cavidad bucal, su anatomía, su tipo de llanto, etc. para averiguar sus posibilidades de supervivencia. La revisión médica era fundamental pero también el continuar solicitando a los dioses amparo y protección, como al dios Bes que protegía a los niños de todo mal.
También la madre podía sufrir hemorragias y enfermedades que acabasen con su vida, principal motivo para que la esperanza de vida fuese siempre más baja en las mujeres en las civilizaciones antiguas.
Sabían que la placenta poseía múltiples propiedades y se guardaba para usarla en tratamientos aunque también era frecuente momificarla ritualmente o arrojarla al Nilo, símbolo de la vida. No parece que practicaran la costumbre de comerse la placenta pero sí que esta era mordida por la madre, acción que poseía un fuerte simbolismo.
Finalmente, la mujer debía permanecer en esta sala de partos durante dos semanas, no solo para recuperarse sino también porque el contacto con la sangre la marcaba como impura durante dicho periodo. Las mujeres usaban ungüentos para las estrías, y mezclas elaboradas por los médicos para patologías como la mastitis o las grietas de los pezones causadas por la lactancia.
Como hemos visto, todo el proceso estaba rodeado de la magia, la religión y el misterio tan propio de la antigüedad egipcia, pero además poseían y se preocupaban por el conocimiento médico de todo el proceso en pos de conseguir cuidar a embarazadas y niños con todos los recursos que tanto su experiencia como su religiosidad les permitían.
Elvira Martínez Ropero. Escritora
Nací y crecí en Trobajo del Camino, León. Estudié Filología Hispánica en la Universidad de León, completando estos estudios con el CAP y un Master de Literatura Comparada. He participado en varios congresos de la Sociedad Española de Humanistas y en algunos recitales de poesía, afición que desembocó en la publicación de mi poemario Luciérnagas en el desierto y que ha impulsado mis ganas de seguir creando versos. La predilección por las culturas antiguas nunca ha salido de mi formación, desde el estudio de lenguas antiguas: latín, griego, hebreo, egipcio e incluso un poco de sumerio; hasta la obtención del título de Egiptología del Museo Liceo Egipcio de León. Mi carrera profesional se ha volcado en la enseñanza de Lengua y Literatura en secundaria y bachillerato. También estoy trabajando en el Museo Liceo Egipcio de León en la traducción de textos jeroglíficos con un maravilloso equipo, así como realizo en el mismo una visita teatralizada nocturna que escenifica los ritos de muerte y resurrección del Antiguo Egipto.
La magia de la naturaleza, que empieza con el principio del conocimiento de la vida, es algo que expresas formidablemente en este articulo, del que mucha gente debería leer para aclarar esos conceptos que tienen de ese don tan especial y mágico que tiene la mujer de poder dar vida a un ser.
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muchas gracias por tu comentario.
Estoy completamente de acuerdo, dar vida y todo lo que le rodea debería ser siempre considerado sagrado.
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