El bebé de la Legión VII (2ª Parte)

Por Emilio Campomanes

Sección: Con firma masculina/Invisibles en la Antigüedad

Sábado, 5 de noviembre. 2022

En la anterior entrega dejaba en el aire el significado de un hallazgo inusual. Un bebé aparecido bajo el suelo de un edificio militar en el campamento de la Legio VII Gemina. El hallazgo me daba pie a diferentes consideraciones sobre el ejército romano, que siempre parecía un ambiente exclusivo de hombres, pero los tópicos a veces se derrumban por la fuerza de la evidencia.

El pequeñín protagonista de esta historia (foto publicada por Diario de León)

¿Qué significa?

El hallazgo de un bebé en el interior del campamento legionario me tenía del todo perplejo. El hallazgo de bebés enterrados en los suelos de las viviendas de poblados prerromanos y romanos, no es muy habitual, pero se constata con cierta frecuencia. Por otra parte, la enorme mortalidad infantil y, sobre todo, perinatal era abrumadora al menos hasta el siglo XIX y en España hasta bien entrado el siglo XX.

Los pequeños huesos correspondían a un perinatal sin lugar a dudas. Los/as antropólogos/as que se hicieron cargo de su estudio lo dejaron bien claro. Los huesos del cráneo eran casi como papel de fumar, las costillas eran mínimas y era complicado no deteriorar ningún hueso. Parecía un milagro que aún se conservasen allí. Pero creo que era un bebé tozudo, que se resistía a pasar por el mundo como un suspiro y a ser olvidado sin más. Tampoco sabía si era tozudo o tozuda, porque era complicado identificar su sexo. Lo que estaba claro es que iba a dar bastante guerra, al menos para comprender qué pintaba allí.

Un bebé en el interior de un recinto legionario es algo anómalo si pensamos que eran espacios restringidos a los hombres. Al menos esa era la creencia común.  Hasta el momento no conocía nada similar en otro lugar y su hallazgo en un ambiente militar complicaba cualquier explicación. La guerra en Roma o en Grecia ha sido un monopolio de los hombres. A lo sumo se admitía una comitiva de civiles que acompañaban a los ejércitos, pero no intervenían en la batalla. Sin embargo, no todas las sociedades han tenido esta convención. Así, los escritores romanos describen con sorpresa cómo algunos pueblos hispanos o galos eran apoyados por mujeres o bien cómo ellas participaban en combates, lo que a los romanos les dejaba perplejos. Desde luego que iba en contra de las convenciones de su civilización y cuando se quiere ilustrar que un pueblo exterior era muy bárbaro, se decía que sus mujeres iban a la guerra.

Pero en Roma la guerra fue un monopolio de los hombres.

¿Quiénes vivían en los campamentos militares?

Una primera pesquisa, básica, fue saber exactamente quienes vivían en los campamentos legionarios. La respuesta tópica era que ninguna mujer entraba en ese lugar de machotes. Allí solo había tiarrones de más de 1,70 m de altura, derramando testosterona a raudales y haciendo cosas de machotes.

En realidad, los escritos romanos nunca dicen si vivieron o no mujeres en los cuarteles, solo hay una alusión a la prohibición de Augusto de contraer matrimonio en la tropa, pero nada explícitamente sobre si las mujeres podían entrar allí o no.

En realidad, los historiadores romanos nos cuentan que muchos generales iban con su familia a la guerra. El caso más famoso es el de Germánico, un general de la familia del emperador Augusto, que le enviaron a Germania para castigar a los germanos, que años atrás habían destrozado un enorme ejército romano de 30.000 soldados y a Germánico le toco hacer el trabajo sucio. Derrotar a los germanos y recuperar las águilas capturadas a las legiones aniquiladas.

Germánico fue con su familia: su esposa Agripina, apodada después la Mayor para diferenciarla de su hija, con sus seis hijos. Y según los detalles que disponemos todos vivían en el interior del cuartel. Esta historia es famosa porque al hijo pequeño le hicieron un traje de legionario en miniatura, con sus botas militares y todo. A los legionarios les hacía tanta gracia ver al pequeñajo vestido así, que le apodaron “Botitas”, que en latín se dice Calígula. Sí, era el futuro y tristemente famoso emperador, que se crió en el cuartel de las legiones de su padre.

Leyendo el plano del campamento

El plano de un campamento legionario retrata una sociedad con unas clases muy marcadas y unas diferencias abrumadoras. Si uno ve el tamaño de las viviendas dentro de un cuartel se da cuenta de la desigualdad social en la superficie destinada a las viviendas de cada escalafón.

En lo alto de la sociedad estaban los de rango senatorial. No es que fuesen senadores, sino que acreditaban unas fortunas inmensas y podían acceder al Senado. A esta clase social estaba reservado, entre otras cosas, la dirección de las legiones. Y en los cuarteles tenían asignada una vivienda enorme, de varios miles de metros cuadrados con todo tipo de lujos y comodidades. Aunque la aristocracia romana considerase que la vida en las guarniciones era un lugar de privaciones, ellos disponían de un baño privado, sus propios esclavos para su servicio personal, patios y jardines en la vivienda, cantidades enormes de habitaciones, comedores, dormitorios….

En una de esas casas era donde Germánico y otros generales romanos vivieron con sus familias. La costumbre debía ser bastante habitual. En un cuartel de la muralla Adriana llamado Vindolanda, en la frontera norte de Britannia, se han encontrado centenares de escritos del archivo del cuartel, milagrosamente conservados en tablillas de madera. Listados de tropa, suministros, situación de unidades, etc. Y también asuntos más mundanos. Una de las tablillas era la copia de una carta enviada por conducto oficial de la esposa de un comandante a otro comandante de guarnición. Una de ellas invitaba a la otra a una fiesta de cumpleaños en su casa del cuartel y, terminaba enviando recuerdos de su esposo e hijo, que vivía con ellos. Las ocasiones de hacer vida social eran escasas y se solían aprovechar.

Reconstrucción del campamento de la Legio VII Gemina. Es posible ver la diferencia de tamaño y viviendas entre las grandes residencias de oficiales hasta los pabellones alargados donde vivía la tropa  (Autores: Emilio Campomanes y Alberto Díaz Nogal para la “Guía del León Romano”, ed. Lobosapiens)

Los oficiales de rango inferior eran los tribunos militares, que solían ser jóvenes de alto rango y por su edad no estaban casados. Tenían un servicio corto, de dos años, así que sus novias de alta alcurnia podían esperar lejos de las inhóspitas fronteras. Ocupaban una vivienda más modesta que “solo” tenía varios cientos de metros cuadrados, con un patio ajardinado en el centro y un servicio doméstico de esclavos y esclavas.

En el escalafón siguiente estaban los centuriones. Socialmente estaban por debajo así que sus viviendas eran más modestas. De cien o doscientos metros cuadrados con varias habitaciones y pocas veces con un patio. Con su paga podían vivir de forma holgada, costearse un limitado servicio doméstico y se sabe que muchos vivían con sus esposas, ya que tenían permitido el matrimonio. Tenían un servicio en el ejército muy largo y a veces la muerte sorprendía a sus esposas, de modo que se conservan inscripciones funerarias que informan de estos casos.

En el nivel más bajo del escalafón estaban los legionarios. Una unidad de 8 hombres compartía unos 30 m2, donde vivían hacinados en literas y da una idea del reparto del espacio por clases sociales, así que era imposible convivir con sus familias, que debían habitar en las cannabae fuera de las murallas.

Así que si desde los estratos sociales más elevados estaba claro y los más bajos también quedaba por saber, ¿hasta qué rango militar las familias vivían dentro del cuartel?

El Museo de Vindolanda (Northumberland), exhibe parte de su colección de calzado romano, sin duda la mejor del mundo.

Huellas de mujeres

Otra pesquisa necesaria es saber si en otros campamentos excavados aparecían en su interior evidencias de estar habitados por mujeres. Así que, volvemos al campamento de Vindolanda en la remota frontera de Escocia, al pie de la muralla que Adriano levantó para proteger Britannia. Sus hallazgos me terminaron de abrir los ojos, si es que aún me quedaba alguna duda.

En sus excavaciones suelen aparecer bastantes restos de materia orgánica, gracias a unas condiciones de conservación bastante especiales. Ya aludía a las tablillas de madera de su archivo, pero también a objetos de cuero, entre los que se cuentan enormes cantidades de calzado romano Se han extraído varios miles de fragmentos de calzado y solo en una campaña de excavación aparecieron más de 400 restos de zapatos en un basurero, uno de los lugares favoritos de los arqueólogos.

El calzado aparece en todos los lugares del cuartel, en ambientes de tropa y de oficiales, aunque sobre todo aparece en los basureros después de desecharse, muchas veces por deterioro. Aparece calzado en todos los periodos en que se habitó el acantonamiento, desde el momento mismo de su construcción hasta su abandono.

Además, el calzado es muy interesante. Todo el mundo tiene una o varias piezas e identifica a su dueño. Hay calzado de hombres, de mujeres y de niños, y el tamaño delata la edad de su propietario. También identifica un oficio, como el militar o la extracción social por la calidad de sus hechuras.

En Vindolanda aparece calzado de mujer de diversa extracción social, pero curiosamente hay más piezas infantiles que de mujeres. Sus padres les ponían piezas que imitaban las botas militares y se notaba mucho las diferencias sociales, desde piezas de gran calidad y detalles aparecidas en las habitaciones de los oficiales o de los centuriones hasta zapatos de peor factura en ambientes más humildes.

Y ¡bingo! También aparecen pequeñísimo calzado de bebé.

Una pequeña suela de calzado de bebé aparecida en Vindolanda. No hay mucha duda por el tamaño de la mano (https://terraeantiqvae.com).

La conclusión de la investigación de Vindolanda está clara. Las mujeres frecuentaban el interior de las guarniciones. No solo las de alta alcurnia y su servicio doméstico, sino que había mujeres y niños de toda extracción social. La siguiente pregunta que me hago es si todas ellas formaron parte de las familias de los militares, o bien si hubo mujeres con otros cometidos en los acuartelamientos.

Cambio de ideas

Ya advertía hace meses que los arqueólogos (y arqueólogas) somos los aguafiestas en cualquier fiesta. Con nuestra manía de encontrar objetos y buscar una explicación. Ya ni hablamos de esa costumbre de parar las obras para desenterrar “cuatro piedras”.

Otra de las muchas manías de la Arqueología es revisarlo todo. Sobre todo lo que parecía seguro y consolidado, lo que crea una inestabilidad –intelectual– constante, y horroriza a muchos de mis colegas historiadores más conservadores. En cambio, para la arqueología este tipo de descubrimientos son como energía que recarga las baterías de la motivación por seguir aprendiendo y buscando. A pesar de la dureza de la profesión.

Después de estos hallazgos ya no es posible pensar que los cuarteles legionarios eran espacios exclusivos para hombres, sino que las mujeres vivían en su interior. La investigación no ha finalizado, ni mucho menos, porque aún quedan muchas preguntas en el aire sobre esas mujeres, como ¿quiénes eran? ¿qué hacían? ¿porqué vivían allí?


Emilio Campomanes Alvarado

Licenciado en Arqueología e Historia de la Antigüedad y arqueólogo profesional durante 25 años, ha trabajado en la provincia de León y limítrofes, sobre todo en lugares de época romana como el anfiteatro, el acueducto o la Puerta Obispo de la ciudad de León, o el ad Legiomen (Puente Castro); también otros medievales como San Miguel de Escalada o la iglesia paleocristiana de Marialba de la Ribera, e incluso algunos modernos. Aunque la mayoría han sido relacionados con su especialidad en época romana, siempre ha mirado hacia los periodos difíciles, como la transición entre la Antigüedad y el Medievo.

Afirma haber muerto y haber regresado y desde entonces dice haberse “jubilado”. En ese momento es de las pocas veces que deja de hablar interminablemente. Aunque ser arqueólogo se lleva dentro y difícilmente dejará de sentirse tal. Tipo excéntrico –por si el lector aún no se había dado cuenta–, afirma que le gusta la enseñanza, para horror de los profesores de verdad, los profesionales. Imparte cursos, clases, talleres en el medio rural y afirma que le divierten mucho. Pero no se considera profesor y afirma haber sido rechazado en varias ocasiones para entrar en la enseñanza, lo cual honra un cuerpo serio como éste.

Ha publicado numerosos artículos de investigación en diversas revistas científicas y en congresos. Si a alguien le interesa aburrirse leyendo alguno, puede descargarlos aquí (https://independent.academia.edu/EmilioCampomanes). Pero desde hace unos años se ha pasado a la divulgación, que espera hacer con rigor, aunque su mayor interés es no aburrir al público lector, ni desde luego aburrirse a uno mismo. Fruto de su interés por la divulgación son dos libros “Guía del León Romano” y “El Legado de Roma en León”, ambos en la editorial Lobo Sapiens. Ha estado inmerso en un proyecto llamado “Hispanas”, recogiendo noticias de la actividad de las mujeres en la Hispania romana.

En la actualidad se encuentra inmerso en varios proyectos de los que se niega a dar información: “si cuentas tus proyectos se gafan”, afirma con voz seria.

Un comentario en “El bebé de la Legión VII (2ª Parte)

  1. Gracias por todas estas curiosidades que la mayoría desconocemos. La Historia siempre es mucho más compleja de lo que habitualmente se nos muestra y es «historia de la vida cotidiana» es la que verdaderamente nos lleva a conectar con ella.

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