Una historia por San Valentín.

Por Emilio Campomanes

Sección:  Con firma masculina/Invisibles en la Antigüedad

Sábado, 19 de febrero. 2022

La arqueología funeraria depara muchas sorpresas en todos los aspectos y más aún en lo relativo a la perspectiva de género, para muestra la anterior entrada donde les contaba sobre la mujer enterrada con la escultura de la Dama de Baza. Pero mi historia de hoy será de amor, como es lo propio en fechas próximas a San Valentín.

En mi caso, hace tiempo renuncié a hacer labores de antropólogo aficionado en las excavaciones de las necrópolis. Me refiero a identificar el sexo, aproximar la edad de los cuerpos exhumados y otros detalles, que nunca se me dio nada bien y que los precisan con más fiabilidad los antropólogos físicos, que son quienes se dedican a ello. Solo hacemos consideraciones cuando nos parece disponer de “datos obvios”. O aparentemente obvios. Es el caso, por ejemplo, de las inhumaciones infantiles, que saltan a la vista por sus dimensiones o bien si los ajuares de las tumbas incluyen objetos de género, y ya saben que estos objetos están sujetos a errores y por eso pongo entre comillas lo de “obvio”.

Grupo de visitantes en una excavación arqueológica

Excavando un gran cementerio en torno a una iglesia bastante antigua me ocurrió una anécdota curiosa que les reproduzco aquí. Es una de estas equivocaciones que yo protagonicé en lo relativo al género. Estas excavaciones arqueológicas se abrían al público y enseñábamos los vestigios que aparecían. De hecho, yo mismo hice de guía en muchas ocasiones cuando la afluencia de visitantes era elevada. Les contábamos la historia del templo, su evolución y lo que más llamaba la atención, el cementerio con los cuerpos. Y se podía ver de primera mano el proceso de la excavación, que en muchas ocasiones parece algo vedado.

En el cementerio aparecieron dos cuerpos compartiendo una misma fosa uno al lado del otro, lo que es bastante habitual en parejas que acaban reposando en el mismo sepulcro. Pero lo llamativo de este caso eran sus brazos entrelazados y las manos juntas hasta el punto en que sus dedos estaban fundidos. Los habían enterrado cogidos de la mano, como muestra de amor, que se mantenía tras más de mil años juntos. Realmente era una historia bonita. Al menos a mí me parece que las historias de amor son bonitas, así que siempre se la mostraba a las visitas cuando me tocaba enseñar la excavación.

Uno de los cuerpos había sido enterrado con un cuchillo de hierro, que aparecía apoyado a un costado. Con toda seguridad iría en una funda de cuero y un cinturón que había desaparecido por completo. Así que, en la “lógica” de los objetos pensábamos que el portador del cuchillo era el varón y que a la izquierda se encontraba la mujer. Pueden ustedes pensar en su compañera, su amante o como lo prefieran.

Detalle del cuchillo sobre un costado

Bien, ahí estaba yo en una calurosa mañana de agosto, explicando a los visitantes el trabajo cotidiano arqueológico y el trabajo de las dos antropólogas del equipo de excavación, que en ese momento tomaban mediciones al lado de la tumba de nuestra enamorada pareja. Así que, de un asunto pasé a mostrarles la tumba con los dos cuerpos cogidos de la mano y comentarles la historia que acabo de narrarles. Al terminar, las dos antropólogas que como digo estaban muy cerca, me miraron con los ojos muy abiertos, mientras hacían gestos nerviosos con las manos que no entendía.

– ¿Ha ocurrido algo? ¿Habéis encontrado algo? – cuando aparece algún objeto importante es habitual ese tipo de nerviosismo.

– No, no. Termina la explicación y después ya te contamos.

Así que, cuando se fue la visita, muy intrigado, me dirigí directo a la zona donde estaban trabajando y les pregunté el motivo de su nerviosismo.

–Es que te hemos oído decir que estos cuerpos podían ser de un hombre y una mujer.

– Bueno, el cuchillo me parece indicativo, al menos para el varón – les aclaré – Salvo que vosotras digáis lo contrario, claro.

Ellas hicieron un gesto de asentimiento, de “sí, sí lo comprendemos, pero verás…”.

– Acabamos de hacer las mediciones de esta tumba. Las hemos comprobado varias veces y hemos revisado más indicadores que de costumbre para identificar el sexo sin errores.

Aclaro que los datos que se recogen en el campo se hacen sobre el esqueleto completo y sin levantar los huesos, de modo que no son tan completos como en el laboratorio, con todos los huesos limpios.

– El resultado está bastante claro y ni siquiera está al límite como para poder dudar del sexo. Están muy dentro del rango – y siguieron dando todo tipo de explicaciones técnicas.

– Se trata de dos varones. En torno a los 30 años de edad cuando murieron. No hemos visto signos de violencia y no podemos saber el motivo del fallecimiento.

La tumba de la pareja cogida de la mano

Después de estudiar los cuerpos con minuciosidad en el laboratorio, las antropólogas nunca llegaron a saber la causa del fallecimiento de ambos y es mejor prescindir de elucubraciones.

Mi error fue dar muchas cosas por sentado, como que en el pasado todo funcionaba según nuestras propias ideas preconcebidas. De hecho, en el debate que tuvimos después de aquella noticia bomba todo el mundo lanzó suposiciones, algunas imposibles de demostrar. Para mí seguirían siendo una muestra de amor entre dos personas y me da lo mismo su sexo. Sabemos, desde hace mucho tiempo, que las relaciones amorosas han sido variadas a lo largo de los siglos. Sin plegarse a imposiciones o convenciones.

Quizá esta historia no sea lo que se espera de una aportación de perspectiva de género, en la que se revela el verdadero papel de las mujeres en el pasado. Para mí es una aportación con perspectiva de género, aunque en este caso no haya mujeres en la historia. De cualquier forma, a mí me parece una bonita historia de amor, por encima de su género. Haber reposado juntos, de la mano, durante más de un milenio. Recuerdo que me entristeció el momento en que levantamos los cuerpos para llevarlos a un laboratorio. No podían estar más tiempo al descubierto sin deteriorarse. Pero me sentí como que hacíamos algo malo.


Emilio Campomanes Alvarado

Licenciado en Arqueología e Historia de la Antigüedad y arqueólogo profesional durante 25 años, ha trabajado en la provincia de León y limítrofes, sobre todo en lugares de época romana como el anfiteatro, el acueducto o la Puerta Obispo de la ciudad de León, o el ad Legiomen (Puente Castro); también otros medievales como San Miguel de Escalada o la iglesia paleocristiana de Marialba de la Ribera, e incluso algunos modernos. Aunque la mayoría han sido relacionados con su especialidad en época romana, siempre ha mirado hacia los periodos difíciles, como la transición entre la Antigüedad y el Medievo.

Afirma haber muerto y haber regresado y desde entonces dice haberse “jubilado”. En ese momento es de las pocas veces que deja de hablar interminablemente. Aunque ser arqueólogo se lleva dentro y difícilmente dejará de sentirse tal. Tipo excéntrico –por si el lector aún no se había dado cuenta–, afirma que le gusta la enseñanza, para horror de los profesores de verdad, los profesionales. Imparte cursos, clases, talleres en el medio rural y afirma que le divierten mucho. Pero no se considera profesor y afirma haber sido rechazado en varias ocasiones para entrar en la enseñanza, lo cual honra un cuerpo serio como éste.

Ha publicado numerosos artículos de investigación en diversas revistas científicas y en congresos. Si a alguien le interesa aburrirse leyendo alguno, puede descargarlos aquí (https://independent.academia.edu/EmilioCampomanes). Pero desde hace unos años se ha pasado a la divulgación, que espera hacer con rigor, aunque su mayor interés es no aburrir al público lector, ni desde luego aburrirse a uno mismo. Fruto de su interés por la divulgación son dos libros “Guía del León Romano” y “El Legado de Roma en León”, ambos en la editorial Lobo Sapiens. Ha estado inmerso en un proyecto llamado “Hispanas”, recogiendo noticias de la actividad de las mujeres en la Hispania romana.

En la actualidad se encuentra inmerso en varios proyectos de los que se niega a dar información: “si cuentas tus proyectos se gafan”, afirma con voz seria.

2 comentarios en “Una historia por San Valentín.

  1. Puede que la historia no tenga connotaciones específicamente femeninas, pero los prejuicios que enmarcan su enjuiciamiento siguen el mismo camino y podrían haber sido ampliamente aplicables, así que bienvenida esta colaboración. Gracias por la aportación.

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