Por Paz Martínez
Sección: Mujer, arte, cultura y oficio
Miércoles, 16 de febrero. 2022
Me acabo de encontrar con una noticia que dice que el mundo rural intensifica la brecha de la mujer rural con respecto al hombre, que España es el país que más precariedad ofrece a la mujer rural en cuestiones laborales y que la reparación de estas cifras que apuntan a que la mujer no está debidamente integrada en el entorno y la esperanza de que cuadren las cuentas con adecuado equilibrio está en la mujer teletrabajadora.
… la mujer rural puede y sabe cómo hacerlo.
Sin embargo, lo que yo he encontrado en el mundo rural mientras me entrevistaba con mujeres que desarrollaban su vida profesional en él, para escribir este artículo mensual que se me ha encargado, son mujeres luchadoras al pie del cañón; ganaderas, ebanistas, mujeres dedicadas al mundo de la cultura o del arte, apicultoras, agricultoras, etc. Y, sobre todo, créanme, mujeres preparadas para luchar por lo que es suyo.

Todas ellas, forman parte de estas cifras que manejan un innumerable número de expertos que no ha pisado pueblo más que para hacer turismo rural. El más sangrante de los problemas del mundo rural, en mi opinión, está en que este suponga una nueva causa de moda por la que levantan la voz expertos de todos los colores y signos sin preguntar primero, sin conocer su día a día, sus ventajas y limitaciones, y sin vivir su realidad; y que esta causa, por lo tanto, deje de ser moda y caiga en el olvido cuando encuentren otra más interesante en la que militar.



Lo que verdaderamente terminará por intensificarse es la banalidad con la que tratan el tema creando eventos en su nombre que después acaban dirigiendo hombres (urbanos, por supuesto) o mujeres (una minoría) también más urbanas que rurales. Pareciera que dan por hecho dos cosas: una, que la mujer rural no puede o no sabe representarse a sí misma y dos, que en el politiqueo que, sin duda, sacude estos asuntos, siempre será el hombre el cabeza de partido que termine por contar con los dedos las necesidades de éstas para componer su promesa electoral, pero con muy poco esfuerzo por el verdadero cambio y el desarrollo, entre otras razones, porque la despoblación es el motor de la especulación tan necesaria para llenarse los bolsillos.



Por supuesto existen unas cuantas asociaciones de mujeres rurales que están trabajando para dar visibilidad, para que haya una mayor participación femenina en los consejos de las entidades agrarias, para fomentar la conciliación entre el trabajo y la vida familiar en el campo, para impulsar el emprendimiento y mejorar los servicios que eviten la despoblación.



Pero todas estas iniciativas tienen su raíz en el conocimiento del medio, en el vientre mismo del campo. El mundo rural necesita que la sociedad tome conciencia de que es la única fuente posible de alimento, que la ecología tiene mucho que ver con la soberanía alimentaria, con la comunidad, la familia, el trabajo en equipo y el respeto por la naturaleza.




Por otro lado, el riesgo de la idealización de la vida en el campo supone muchos intentos frustrados de retorno, entendiéndolo como una especie de jardín del Edén donde la tierra fértil da fruto con gran facilidad. La mujer rural sabe de la crudeza de su entorno, del arduo trabajo que supone, porque desde tiempos inmemoriales ha venido trabajando la tierra con sus propias manos, recogiendo sus frutos y alimentado a su familia y su ganado. Por todos es sabido, a lo largo y ancho de la península, que fueron esas mujeres sin derecho a voto, sin mayoría de edad reconocida, las que labraban la tierra y de las que dependió durante mucho tiempo la subsistencia de la familia.
Entonces, no estaría de más que dejaran de tratar el tema de la mujer rural con esa pátina de paternalismo cuando el paso más importante, decisivo y veraz que se puede dar para favorecerlas a ellas y a su entorno es auspiciar el retorno ilustrado (es decir, mujeres capacitadas con posibilidad de retorno), permitirles una presencia mucho más notable en los estamentos que controlan el sector, y formar parte indispensable de las políticas agrarias y económicas. Porque la mujer rural puede y sabe cómo hacerlo. Porque no es débil, ni ignorante, ni indiferente a la realidad a la que se enfrenta cada día. Y sobre todo, porque es símbolo de futuro.
La mujer rural (…) no es débil, ni ignorante, ni indiferente a la realidad a la que se enfrenta cada día (…) es símbolo de futuro.
Paz Martínez Alonso (Santa Colomba de Somoza, León) ha publicado dos poemarios y ha participado en varias antologías poéticas y de micro-relato. Actualmente está con la promoción de su último trabajo junto al cantautor madrileño Moncho Otero, En Son de Paz.
Finalista del Certamen Atardecer de otoño (1993) con el poema Dolor, publicado en la misma antología y posteriormente en el poemario De musgo y Piedra. Segundo premio en el VI concurso literario de Zahara de los Atunes, (Cádiz) con el poema Fértil.
Colabora con diversos proyectos que tratan de dar a conocer el entorno rural a través de diferentes propuestas culturales con el patrocinio del Ayuntamiento de Santa y la recuperación de Filandones Tradicionales, junto a Mercedes G. Rojo, a través del centro Cultural “El Casino” de Santa Colomba de Somoza, del que es presidenta desde 2016.
Su poema Dios Tilenus recogido en Los márgenes del Tiempo fue elegido emblema de la Asociación Montañas del Teleno, la cual trabaja por el desarrollo y sostenibilidad en el mundo rural.
Ha colaborado en el programa Hoy puede ser un gran día (Libertad FM), con el espacio Los libros de mi vida realizando reseñas literarias.
Colabora con la columna Serendipias en la sección de opinión La Tercera Columna del periódico digital Astorga Redacción. y en la publicación independiente Elefantes con alas.
Magnífica reflexión, Paz. Solo hay que mirar en la dirección adecuada y dejar hablar a quienes tienen el conocimiento de la realidad, muy bien dicho.
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Reblogueó esto en Paz Martínez- En son de pazy comentado:
Las mujeres rurales pueden y saben representarse a sí mismas
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